miércoles, 12 de noviembre de 2008

"SI APARECE EL GERENTE, LO MANTEAMOS"

Si juega la celestiblanca, a la hora que sea, con tal de hacerle la rata a las obligaciones, futboleros y no futboleros se piantan al Mundo de lo Necesario, para habitar, aunque sea un cachitín, el ilusorio Reino de la Libertad. ¿O no somos argentinos? Fuente: YouTube.

"ES NO ES FUTBOL; ES FUTBOL DE 1ª"

Che, ¿nos comemos un chori y vamo a la chacán?

LIGHT XL, AL 50%

A los no pocos ámbitos y complejidades con que la virtualidad ha engordado a un fenómeno para nada raquítico de por sí, desde Argentina se colaboró con algo bien palpable y para nada virtual como son las muertes remotas de espectadores concretos y también otros aspectos que culturalmente aportan sesgos diferenciativos que merecen atención. Lo que se intentó primariariamente con este trabajo, cuya primera versión se hizo conocer en el 2003 y luego se corrigió, actualizó y amplió dos años después para formar parte del libro Fútbol S.A. – Juego, Industria de la Cultura & Cultura de Masas (Ediciones de la Abeja Africana, Buenos Aires, 2005), fue y sigue siendo contrapuntear paridades y disparidades con lo que sucede en otras partes del mundo en esta nueva materia.

Si nada más que por comodidad se partió por la cola de estas últimas dos décadas, bajo este nuevo signo del Imperio Microelectrónico, cuando en la noche del jueves 10 de junio del 2004 se lograba una marca hasta entonces no alcanzada en el país. Pero apenas era el primer paso de algo mucho más vasto, encima todavía impredecible y más que probablemente incontrolable. En una Bombonera que no rebosaba como en sus mejores jornadas, los locales y los primos salieron a la cancha a disputar un enésimo superclásico por la semifinal de ida de la Copa Libertadores. (Ver bitácora con orígenes socioculturales del River-Boca.) La hinchada visitante ni siquiera brillaba por su ausencia: no estaba. No la habían dejado entrar. La Diosa Seguridad, ese nuevo fetiche de la posmodernidad, así lo había dispuesto.

Se inauguraba, para decirlo de algún modo o rotularlo de alguna forma -y no acarrear con la incomodidad de empezar a pensar en tiempos efímeros que se viven en un presente continuo-, una nueva era. No importa lo que dure o si efectivamente lo es. Suena bien, es impactante y hoy por hoy eso alcanza y sobra. Un minuto puede llegar a ser una eternidad. En la jerga televisiva se ha puesto de moda denominar a estos rótulos “poner un título”. La realidad mediática y espectacularizada es sólo una primera plana llena de titulares, preferiblemente catastróficos por el tamaño de las fuentes tipográficas. Ya está; se lo puso. Hasta la podríamos denominar, con todavía mayor espectacularidad, la del Fútbol de Media Cancha o al 50% y sondear para ver si el paquete vende. Es lo más importante y es lo mismo. Porque el fútbol actual, considerando que es algo más que ventidós jóvenes de pantaloncitos, una pelota y un referí, sino al decir del recientemente fallecido José María Suárez, “algo que sucede de lunes a viernes y se juega los sábados y domingos”, hace rato que encima tiene otro partido simultáneo, no siempre ligado por relaciones lineales ni exactas, sino autónomas y que conforman largamente un fenómeno con territorio y leyes propias.
Nada más ni nada menos.

-Va a ser extraño no ver hinchas de River en la Bombonera –le declaró a Clarín el ingeniero Mauricio Macri, por aquel entonces presidente de los zeneizes y ya figura de reposición de la derecha neoliberal argentina que luego alcanzaría la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma, en la jornada previa al cercenamiento-. La decisión de las autoridades significa que ganaron los bárbaros. Para mí, el mensaje que se le da a la sociedad fue distinto a lo que ésta esperaba.

Por supuesto, el resaltado no es del original. En todo caso, como acotación, han triunfado y ya están definitivamente asentados los defendidos del abogado de las 62 Organizaciones y el gremio del Plástico de Mendoza, también el que como representante de Monzer Al Kazhar hizo levantar a un juez federal de la constitucional siesta provinciana un sábado a la tarde para darle al traficante árabe un pasaporte argentino como residente permanente, y que ante la alternativa del alegato fiscal que ahí estaba en juego lo que hacía 150 años se había puesto sobre el tapete como dilema desde el otro lado de la cordillera, en obvia alusión al Facundo y su autor exiliado en Chile, es decir, civilización o barbarie, el justicialista defensor de los barras imputados por la miniguerra del Puente del Desaguadero, en febrero de 1993, recogió el guante y dijo que efectivamente ése era el dilema era tal cual lo había presentado su colega del Ministerio Público, pero que la civilización estaba allí, señalando los bancos de sus defendidos. Cinco años después, al contemplar por tevé, en su casa de Londres, cómo un trajeado, atildado y flemático vecino suyo le pateaba la cabeza en el suelo a un marroquí, después de la disputa de un partido en Marsella por el Mundial 98 que se jugó en Francia, Mario Vargas Llosa incursionaba otra vez en el fútbol, daba por sentado que hay una violencia propia ínsita en él y que esta nueva fase del capitalismo había generado como resultado una civilización bárbara o una barbarie civilizada, como se quiera, el orden de los factores tampoco altera el producto, siempre a libre opción del consumidor.

NOSOTROS versus EL RESTO DE LA NADA

La multiplicación virtual. Tanto para los deportes como para los delitos.


OTRA VEZ LO SINIESTRO

Una observación irrefutable a todas luces. Lo de la violencia propia del fútbol el autor de esta bitácora lo venía sosteniendo solitariamente desde 1982 y no es un terreno donde lo válido se asiente en primicia alguna o cosa parecida. Es o no válido, cualquiera fuese el año que fuese o quién lo dijo primero. Y también que particularmente en Argentina tuvieron su ariete, sus adelantados y vanguardia desde fines de los ’50, a las barras profesionalizadas generadas, militarizadas y protegidas desde arriba. ¿U otra cosa había querido significar el abogado del terrorista y traficante de armas sirio, radicado en España e íntimo del entorno familiar del menemismo?

A la misma hora de la noche del jueves 10 de junio del 2004, en un Monumental casi a oscuras, en una de las cabeceras una pantalla gigante de tevé, en la de enfrente la barra brava denominada Los Borrachos del Tablón, los socios vitalicios, los abonados a plateas, el público común, saludaba virtualmente la entrada del equipo con papelitos y gritos de aliento, cantitos muy sentidos y alusivos para la mitad más uno de Bolivia y Paraguay, como también para los destinos a los antepasados de las autoridades respectivas de ese adefesio mutilante, pero lo mismo durante 90’ sufrieron y putearon a más no poder como es de práctica en cualquier tribuna del mundo de lo real. Ajenos por completos a la insensibilidad del objeto al que se dirigían, pidieron el cambio de frente hacia el marcador que se proyectaba por la otra punta, ululaban por el cabezazo errado por centímetros, denigraban al DT porque se tardaba demasiado en el cambio táctico requerido y necesario. En otros términos, se dirigieron a interlocutores bastante peculiares: el Cielo y ellos mismos, sólo que intermediados por la virtualidad de una imagen retransmitida punto a punto.
Como analogías no muy elegantes para los fruncidos de siempre, en el colmo de los colmos, algo así una orgía con muñecos inflables de ambos sexos o una masturbación con guantes de látex para no correr el riesgo de un autoembarazo no programado o, en su defecto, un no deseado autocontagio riesgoso. Desde el punto de vista del fútbol como ceremonia/acontecimiento, tal como la denomina el español Vicente Verdú, le pusieron una pata ortopédica al ritualismo simbolizado de las largas marchas en busca de mejor fortuna o reencuentro con los suyos iniciado en la vieja Grecia y que supo traspasar períodos históricos, sistemas sociales y trastocamientos culturales por su pesada carga de valores tan sencillos como significativos y primarios.

NADA SE PIERDE; TODO SE REPROCESA

                                                    ¡Qué sería de nosotros sin Héctor Ricardo!

AHORA LE TOCA AL VECINO
A la semana siguiente, tal vez por aquello que la ley pareja no es rigurosa, la ablación tuvo lugar en el Monumental y la parcialidad zeneize se amontó en la Bombonera, en las mismas condiciones, pero a hacerle el aguante a otra pantalla gigante. Dato para nada aleatorio, Canal 13, del multimedios Clarín, a la cabeza del 75% de la información con sostén electrónico del país, con exclusividad para todos los partidos de la transmisión en vivo y en directo del club de la ribera fuera del torneo local, llegó a una marca tampoco nunca igualada, ni siquiera en trasmisión de mundiales: casi 60% de raiting. No se necesita ser economista ni publicista para sospechar a cuánto cotizó el segundo de publicidad.

Pero calma, que esta vez no fuimos para nada originales ni pioneros. Fue también otro 50%, pero del partido fantasma, como se lo llamó, cuando por la Copa Europea, en 1987, el Real Madrid y el Nápoles jugaron a cancha vacía, sólo con el ojo de las cámaras, debido a las duras sanciones tomadas contra los merengues por lo que había sucedido en una tenida anterior. “Aquí tenemos una clase de adelanto, quirúrgicamente exacto, de los acontecimientos de nuestro futuro: acontecimientos tan mínimos que no pueden aparecer en absoluto [como no sea] junto con su máximo agrandamiento en las pantallas”, ya había comentado el francés Jean Braudillard en un trabajo cuya traducción más aproximada podría ser La trasparencia del mal (o de la perversidad, si prefiere sesgar la polisemia del original).

La red de cable extendida en el país sobre el modelo del tendido colonial de los ferrocarriles ingleses no estaba tan muerto como se creía. De semejante evisceración la Patria Financiera dejó los postes para que al poco tiempo se montara a bajo costo la nueva telaraña de enlace. La microelectrónica la resucitó con los coaxiles de la tevé cable, codificada para fútbol y sexo, significando el precio aparte por semejantes entretenimientos para la pasividad visual, universalizando de entrecasa la globalización externa, y fueron los más beneficiados. Por primera vez en casi dos siglos de postergaciones, los argentinos desperdigados por el mapa podían ser los únicos privilegiados en no ser perjudicados por el cercenamiento que significaba estar tan lejos de Dios como de Buenos Aires, esto es, el mundo, y disfrutar en pleno, aunque sea a través de los rayos catódicos, la totalidad del hecho como siempre les fue presentado en su condición de provincianos, esto es, argentinos de 2ª categoría. Los bolicheros de amplio espectro, los bares y locales ya especialmente montados, por lo menos hicieron su agosto.
Algo es algo, se pensó sin calcular ni hacer el intento en lo que se podía venir, como fue el renacimiento del pasado con un envase reprocesado.

martes, 11 de noviembre de 2008

TODOS LOS MAPAS EN UN SILLON

CHAU, FRONTERAS, CHAU

Desde 1986, cuando desde el Mundial de México entró a tallar en estos extramuros del planeta el Imperio de la Microelectrónica y entre nosotros quedaron los dos primeros muertos, que tendrían que haber sido justamente los que hicieran sonar la alarma, dio comienzo un nuevo fenómeno que hasta ahora se puede empezar a describir, intentar sacar alguna conclusión, mascullar improperios en cantidades, pero cuya proyección está todavía fuera de todo cálculo, aun fuera del alcance de los futurólogos más sensibles, como es qué destino le espera a una actividad que oficialmente desde 1867 le viene devanando los sesos a más de uno por ser el fenómeno más singular de la cultura de masas de la modernidad, causando la muerte de cientos de espectadores en todo el mundo y llenando las cuentas de banco de unos pocos con sede en las grandes metrópolis. Por lo pronto, el paraguayo Carlos Avila, alma mater y autor del puntapié inicial de Torneos y Competencias (TyC), dueña del fútbol argentino por contrato hasta el 2014, ya hace un tiempo que vaticinó que había que dejar de levantar estadios y empezar a construir sets de tevé. ¿Una blufeada típica del póquer? No; apenas si una referencia tardía: “El motivo por el que se debe eliminar al público [de los estadios es] para asegurar que el único acontecimiento que ocurra sea estrictamente televisivo por naturaleza”, delineó también Braudillard en el mismo trabajo ya citado.

Para tratar de no recaer en la tentadora práctica de describir y no definir, a pesar de que se va a tratar de ir avanzando en cada uno de los términos y aspectos de un fenómeno que no es sencillo, ni lineal, y mucho menos fácil de apresar, como hincha o hinchada virtual se puede significar a aquel o aquellos que tras un primer alejamiento ilusorio del acontecimiento, como es ser espectadores desde una tribuna, esto es, un paradojal protagonista pasivo, pasa a ocupar físicamente una posición mucho más relegada, más que eso intermediada, alejándose notablemente también en lo físico, pero con el agregado de que la flamante paradoja de los adelantos tecnológicos constantes y los despliegues cada vez mayores de la espectacularización lo ponen más ilusoriamente en la solitaria intimidad de lo presenciado, de lo protagonizado sensorialmente, y no con la ilusión de participar en el resultado final de la tragedia escenificada, como adelantó a principios de los ’70 el también francés Bernard Jeu. Por ejemplo, durante más de un siglo, el espectador común se tuvo que conformar con la duda o discusión eterna si un gol fue cometido o no de manera lícita. Hoy cuenta con el replay y el TeleBeam. Mucho antes de la sacralidad de la salida de los colores amados a la cancha, en rigurosa fila india, capitán al frente, levantada de brazos para todos, después carrerita hasta donde están las tropas propias y saludo especial hasta con aplausos, a partir de entonces puede fisgonear en lo que previamente se dicen, todos abrazados, enunciando las secretas conjuras cabuleras necesarias para aventar lo azaroso y que nada obstaculice el derrotero no siempre seguro hacia el triunfo. Presencian los movimientos de elongación. Disfrutan hasta el hartazgo lo que todos repiten en un mismo casete sobre lo que está a punto de acaecer. Ahora, aunque en cierto sentido los pretendidos adelantos lo hayan distanciado, en otro ilusoriamente lo ponen a nivel sensorial mucho más cerca del protagonismo, sólo que sin capacidad de decisión y, en este caso, justamente, remarcando de manera tácita su total incapacidad en la materia por multiplicarle de manera casi maravillosa sus condiciones de espectador y rellenarle el hueco ampliado con una cantidad indigesta de información aleatoria, tan fútil como fugaz, y más al cuete que nunca. O sea, lo lleva más que nunca a la condición sin retorno de brillante erudito de la pasividad activa.

Otro de los atrayentes anzuelos con lucecitas de colores, como se decía antes, proviene de las enunciaciones o ganchas de marketing, para usar jerga fashion de los posmoder. Se trata de las dichosas burbujas, una nomenclatura suave, socialmente potable, para no caer en la grosería de lo zafio y mucho más expresivo de Nube de Pedos. El productivismo a todo trance para saciar apetitos inexistentes, en engloban pancitas chiflando, como la de los chicos desnutridos, los novedosos minicampeonatos craneados por Grondona & Co. se desdoblan de jueves a lunes, todos los días, casi todas las divisiones, con la acuciante alternativa que montados sobre una falsedad total que está incursa en la estafa intelectual con todas las patas, los papanatas a sueldo de la tevé anuncian que el viernes San Lorenzo ha alcanzado la punta, el sábado son tres los que van al frente, el domingo queda Boca y difícil que el lunes haya otra alteración.

Una alternativa ya instalada desde lo virtual, pero aceptada desde lo real como un engaño necesario, se encuentra en la existencia de los equipos de los viernes, de los sábados y de los domingos. Esto quiere decir aquellos que por decidión del Dedo de Dios de la AFA, dirigido por su libretista contratado con oficinas en la central de TyC de San Telmo, están eternamente designados a jugar esos días por tevé cable común o codificada, según el raiting o según los privilegios para paliarles los déficits crónicos de caja. A esto se debe agregar que el goteo que sufren las fechas respectivas hayan encontrado un sesudo resquicio informativo, por supuesto especulativo racional hasta el hartazgo, para tener alguna pavada más para decir y cualquier incauto se encuentre con que el viernes puntea un equipo u otro le echa aliento en la nuca a un punto, el sábado trastorna otras vez transitoriamente la tabla y por fin el domingo a última hora se tiene lo que antes de la tevé se sabía sin etapas los domingos a las 17:30 por radio. El campeonato ordinario, común, deportivo, ha dejado paso a un caleidoscopio que azuza esperanzas o desengaños con unas pocas horas de vida.

Aunque se trate de otra disciplina ajena al fútbol, ranciamente oligarca en su origen hasta que con el Proceso y Guillermo Vilas alcanzó un boom de popularización, el tenis ha sabido encontrar una curiosa variante en el circuito comunicacional de lo espectacular que no se puede si no dejar por lo menos anotado. Desde hace dos años, máxime con la participación de argentinos que llegan a instancias finales de los clásicos del Gran Slam, tipo Roland Garrós o Wimbledon, el US Open, etc., que aparte de la televisación de todo el espectáculo deportivo en sí, planos de detalles cuando en los descansos los tenistas toman agua mineral o se secan la traspiración, más algún que otro tic maniático o cabulero, al final por lo común una reportera lo suficientemente bien dotada de físico para la imagen, reportea al triunfador con los lugares comunes y banalidades de práctica, las que son respondidas de la misma forma para caballerescamente no hacerlas quedar mal, pero todo esto tiene una particularidad bien especial que hay que resaltar. Cámara abierta y micrófono en mano, los dialogantes no sólo lo hacen para los millones de telespectadores diseminados por el planeta, sino que la imagen y el sonido sale por un pantalla gigante instalada en alguna parte del court, con lo cual, aparte de las gentilezas demagógicas del entrevistado hacia los presentes y las réplicas alborozadas de éstos devolviendo las cortesías, este apósito ha pasado a formar parte de la lid en sí y lo virtual involucra no ya la identificación del telespectador con el superhéroe que acaba de ganar un trofeo y una suma supermillonaria en dólares, sino también con la esmirriada cantidad de público que contienen esos pequeños estadios comparados con las moles de hormigón armado del fútbol y donde el privilegio de haber comprado un abono en lugares preferenciales oscila, por lo común, entre los 3 y 5 mil dólares.

La final de la Copa Davis 2008 que todavía se está disputando en Mar del Plata mientras se edita esta bitácora ha agregado a este plus, copiando directamente de lo más decadente y aberrante en que ha derrapado el boxeo mundial actual, una cámara que registra la salida de los dos planteles, con el protagonista y el capitán al frente, los suplentes más atrás, un representativo atrás del otro, hacia el court, ceremonia insípida y anodina, salvo alguna que otra mirada de reojo incontrolable del cholulo enfundado en el buzo con los colores nacionales respectivos, que es prolijamente narrada por la cronista, no vaya a ser cosa que algún opa televidente no se dé cuenta de lo que está viendo.

Ambas intrascendencias, tanto la salida como la entrevista final con público, se agregan no con el fin para nada propuesto de poderle agregar algo a la información del telespectador, sino como una demostración del inútil poderío de la microelectrónica para supuestamente entrometerse en todos los meandros. Más de un bochinche doméstico en estos dominios ha quedado fuera de cámaras lejanas o ediciones pudorosas que procedieron a su borrado, como luego lo han demostrado por escrito las crónicas gráficas.

La aplicación sistemática de semejantes aberraciones con, cuando mucho, 48 horas de duración, tienen su mercado. Si no, no lo harían. Ser un dios de papel maché aunque sea por un ratito reconforta almas tullidas. Además, lo dice la tele, salió en la tele, algo que lo convierte en una verdad científica inapelable que se desmorona al otro día con otro resultado de otro partido dirigido por un árbitro también elegido por el Dedo de Dios de Viamonte al 1300, según ande el Merval interno del negocio. En el interin, horas y horas de conversaciones y comentarios hueros de periodistas especializados que encima se quieren hacer los graciosos, rellenan estas especulaciones con presuntos algoritmos intelectuales de las combinaciones sobre qué va a pasar si gaña Ñuls y empata San Martín de Tucumán, porque también puede darse que pierda Tigre y gane River con viento a favor y alguna otra conjura estelar, un intringulis angustiante que debe dejar a más de uno de cama con un caldo espeso de Lexotanil.

Es que siempre, en todas las conclusiones después de haber agotado la mollera, este campeonato está para cualquiera como ningún otro y al igual que una novela tradicional de suspenso, la verdad se va a develar en la última fecha, ojalá, así siguen currando hasta el último minuto.

"CONTEMPLANDO COMO SE PASA LA VIDA..."

¿No fue mano del replay?

TODO SEA VALIDO CON TAL DE NO PENSAR EN LA MORTALIDAD INEVITABLE

En otros términos, más accesibles para el futbolero, a cambio de restarle algo tan vital como las bonanzas o inclemencias del clima y el aire libre, lo atiborra de un inútil confort en el aislamiento total. Para no caer en lo majadero y repetitivo más que lo imprescindible, bajo ningún aspecto se puede perder de vista que ya aproximarse a un tema como el fútbol es acercarse a virtudes y desdichas de lo metropolitano, como sentenciaran a coro por los ’30 Ezequiel Martínez Estrada apoyándose en Lewis Munford, que estamos en los que algunos han catalogado como deportes de paisaje, que por lo tanto no se puede escapar de lo geográfico y de lo urbanístico, como también algo tan trillado como que “la moda por la palabra espacio [...] expresa [...] no sólo los temas que frecuenta la era contemporánea, sino también la abstracción que los corroe y amenaza”, certificó el inglés John Bale en un trabajo sobre el futuro paisaje del fútbol, justamente también a fines de los ’90. Y por acá es donde los nichos part time que los japoneses usan para dormir plácida, cómoda y, sobre todo, muy económicamente una noche, pueden tornarse no tan antipáticos y entrar a parecerse a la cámara de Luis XIV en el Palacio de Versalles. La imaginación jamás careció de límites ni necesita de estimulantes. La contracción de los espacios vitales con el estiramiento de la expectativa de vida promedio, dados los adelantos científicos y tecnológicos, ya contiene unos algoritmos y una alquimia que se las trae.
La cruel obstinación de los hechos a la que suelen apelar los sajones como pragmático principio filosófico marcan claramente que el fútbol no se ha escapado de la avasallante virtualidad que viene trastocando la vida cotidiana, particularmente en las grandes concentraciones urbanas, pero exportando y contagiando de sus pautas culturales hasta las rurales más remotas, rompiendo fronteras y límites de todo tipo. Es más: fue uno de los que hizo punta. Y con la proverbial capacidad de sobreadaptación de los argentinos, sin esperar filípicas teóricas y sesudas, se ha generado una actividad y fenómeno en torno a esta nueva imposición, sobre todo reforzada por la atrocidad de una crisis económica inclemente con que se debutó en el nuevo siglo y que no tan paradójicamente hizo retornar a los bares a todos los desposeídos que en los ‘50 no tenían para comprar uno de aquellos armatostes en ByN con lámparas que calentaban como una estufa y gastaban electricidad como veinte. Ahora, aquellos parias culturales de la modernidad han sido reprocesados en sobrevivientes que si apenas les alcanza para vivir, menos van a tener para pagar el codificado de los partidos especiales en fixtures arreglados a dedo, un bonus track agregado al abono del cable. A punto tal que en villas miserias o barrios precarios, colgados clandestinamente o con lo insólito de la parabólica de DirectTV, los felices poseedores off the record de los adelantos de la tecnología de punta lo han convertido en un medio para pucherear este nuevo estilo de vida que tiene expectativas ciertas nada más que por un ratito.

Ahora bien; el pintoresquismo en un país que es el Reino del Rebusque genera formas particulares de convivencia y nuevas formas de apreciación del fenómeno fútbol que no pueden ni deben ser dejadas de lado. Sobre todo cuando ya las repercusiones y alcances de lo que parecía superfluo y doméstico, siempre ocasionales, cosa de deslindar responsabilidades y culpas, van bordeando la treintena de víctimas fatales y hasta tiene su propio clon de la Puerta 12, como se verá casi al final. Además, con peculiaridades como un superclásico de octubre de 1997 que dejó en Rosario y Mar del Plata un saldo de tres muertos mientras que en Buenos Aires, en la arena física, real, para dirimir el entuerto a estadio lleno, no se tiraron ni una piedrita, apenas sin intercambiaron las injurias, descalificaciones y amenazas de exterminio mutuo que son parte obligada del ritual futbolero. Otro tanto ocurriría tres años después para despedir como se debe al siglo XX.

TRAS QUE ERAMOS POCOS...


LA RESURECCION DE LO REAL
No nos íbamos a quedar atrás. En una verdadera trabazón, no siempre clara de causas y azares, este virtualismo imperante recibió su touche nacional y popular con el espaldarazo de la buena fe, el espíritu deportivo y el fair play a todo trance siempre proveniente de la clase dirigente aborigen. Últimamente se ha puesto prácticamente de moda, sobre todo en los clásicos, darle cada vez menos entradas a la entidad visitante para que lleven menos gente y tengan menos aliento directo. En otros términos, gotear al mínimo un factor participante primordial que ha hecho que el fútbol fuera lo que es después de varios siglos de maduración y transformaciones. Para el encontronazo del domingo 16 de octubre del 2005, River Plate le hizo llegar a Boca Juniors solamente 4.500 populares. Ni una sola platea. Que hasta el ingeniero Mauricio Macri, por entonces titular de los bosteros, tuviera que ir a la Centenario, la segunda bandeja que da espaldas a Figueroa Alcorta, comerse más de dos horas parado y subir y bajar entre cataratas de orines. Como es más que obvio, puercamente cínico en todo caso, jamás Rafael Di Zeo & Hnos., never. Como tampoco ni soñar que capitajenos y la infantería cargaría con esa tarea de personal de servicio que es ir y hacer la cola para manotear con angustia y desesperación una mísera popular cuando ellos son hinchas caracterizados, al decir de su propia autodenominación, con gastos pagos a cualquier parte del mundo, incluso Japón. ¿Iban a comerse una fila amorfa y enquilombada, un magma inhumano, como cualquier hijo de vecino, con la plebe, sobre todo del conurbano, desde la noche anterior, durmiendo en el suelo de las veredas que rodean la Bombonera para conseguir un misérrimo acceso a la leonera por cabeza? ¿Y el plus de la reventa, que es de donde sale la tajada más gorda para los ingresos mensuales fijos acordados en largas jornadas de negociación política entre los Altos Mandos de ambas partes, es decir, Los Muchachos y la comisión de turno? Los encargados del asunto separaron las 900 correspondientes del estipendio por partido, más alguna que otra de favor para capitostes y autoridades, y a lo sumo unas 3.500, ahora sí, salieron a la democrática disposición de la turba de compradores por unas poquitas ventanillas recién el sábado 15, las que se agotaron en un suspiro y como en un eterno replay se armó un batuque de aquellos con el Operativo Especial montado justamente porque son una ceremonia ritualizada todas estas trapisondas y que los corderos de todos los colores vayan siempre, inevitablemente programados, llueve o truene, pasen hambre o se hinchen el estómago con una chatarra que llamarla fast food es una cursilería spanglish, chupen frío, birra y tetrabrick, algún porrito si no hay efectivos y perros cerca, y que se apelotonen como manadas en estampida cuando se habilita la venta y después, como corolario, estrilando rabia para tanta renovada frustración, les revienten el lomo a palos porque otra vez más, a la legión mayoritaria la cagaron inexorablemente. Las cámaras de tevé están también en vivo y en directo puntualmente para el desove oral de tanta indignación, una vocinglería donde apenas se distinguen las puteadas ceremoniales de práctica, alcanzar a pasar el avisito genocida de recordarle al odiado enemigo que no existe, y cumplir con el sacerdocio de testimoniar sin restricciones las injusticias que se cometen y que esto, algún día, se va a acabar, hasta dónde vamos a llegar, es hora que las autoridades intervengan como se debe, el público merece respeto, pasamos a estudios centrales, compañeros, volvemos en cualquier momento desde el lugar de los hechos.

Un aporte a las hinchadas virtuales de en serio, de las metrópolis, desde este creativo arrabal del orbe.

TODAVIA FALTA EL DE MACRI EN PUERTO MADERO

Si vamos a hablar de potlash, no hay como los árabes...

HACIA UNA VIOLENCIA Y UNA RATIO DEPORTIVAS

O, también, una versión posmoderna del Mito de Sísifo, pero en su variante sudaca. O, en una de esas, por qué no, la verdadera pasión cristiana, rediviva y reprocesada industrialmente, que tanto se menea como el fuego sagrado y fascinante que tiene este fenómeno en su seno y que lo alimenta. El grado de sufrimiento que se autoinflige el hincha común, en correlativo aumento con su grado de fanatismo, es parte integrante sine qua non de la llamada fiesta popular y del goce personal si el triunfo por una semana, a lo sumo por un año, corona tanto esfuerzo verdaderamente deportivo en el sentido antiguo del término, porque no perciben remuneración alguna y encima derrochan horas de vida adicionales que podrían disfrutar en otras actividades.

Enfrascado como estaba en la campaña electoral por esos días para salir diputado nacional por la Capital Federal en las elecciones del domingo siguiente con la mayor cantidad de sufragios, el delfín de uno de los principales holding del país se llamó a silencio para pronunciarse, en estos casos que menudean cada vez más entre los responsables de a quién le corresponde la cucarda a la barbarie ganadora y de qué se trata la civilización perdedora. A todo esto, la abrumadora masa boquense no tuvo más remedio que abalanzarse sobre bares, confiterías y lugares especialmente habilitados para ver en vivo y en directo por el sistema codificado que se cobra aparte.

Por ahora, cartón lleno. Pero esto recién empieza. La atroz crisis económica que se niega a retirarse nos ha privado de tener en los estadios gigantescas pantallas que reproducen al instante, ipso facto, todas las delicadezas de cámaras lentas, ángulos invertidos, diferentes puntos de observación, replays, sobre todo de los goles, todo eso para lo que entre nosotros hay que esperar hasta las 22:00 y disfrutarlas en Fútbol de 1ª, el número puesto hace años de Canal 13 en una sociedad con TyC que perdura, o sea, poder gozar de esa mirada múltiple que amenaza con encerrar nuevas ilusiones y nuevos conocimientos sensoriales: “Pasó a ser la realidad definitiva, para muchos fanáticos deportivos, esta condición posmoderna donde la imagen es superior a la realidad”, también estableció el ya citado John Bale. Lo primero es en el Primer Mundo de la UE. Entre nosotros, más modestos, a la criolla, atado con alambre, aunque no producto de investigaciones sistemáticas, la mayor parte de los 2 millones promedio de espectadores que componen la audiencia televisiva de Fútbol de 1ª el domingo a la noche, de sobremesa o con los últimos fideos recalentados, son los que a la tarde estuvieron en la cancha y quieren gozar o sufrir de vuelta, aquí sí, en sentido lato, según el color con que se mire. A tal punto que para este año se eliminó prácticamente a sus tradicionales conductores en vivo y en el piso, y sobre una escenografía computarizada, espantosamente estéril, de un mundo tan iluminado con spots refulgentes como muerto, más que muerto programado e injertado, las principales figuras futboleras hacen de conductores y estrellas televisivas que van anunciando los condensados de los partidos. Muy ricamente sugerente es el nuevo lema impuesto, sobre todo dicho a toda boca por los propios profesionales que agregan su no poco a lo mucho que ganan por mes: “Esto no es fútbol; esto es Fútbol de 1ª .”

A confesión de partes...

DE LA ILUSION PARTICIPATIVA AL AISLAMIENTO REAL

El principio de las vacunas: para darle a la tevé no hay como más tevé...

A CASITA QUE LLUEVE

Un mínimo balance de lo colectado hasta ahora da que el impacto de la tecnología de punta en un fenómeno sin igual para la generación de cultura masiva, como es el fútbol, ha producido un repliegue desde las canchas a los bares, a la inversa de los ’50, que en aquel entonces, por la novedad impactante que resultó, produjo un flujo masivo de los hogares hacia los bares, dado lo inédito e infrecuente del acontecimiento; en estos últimos años, en cambio, con acontecimientos que son rápidamente asimilados y convertidos en pasado en un santiamén, el fenómeno comercial de captar sí o sí más ingresos en una época durísima, trastornó totalmente relaciones sociales asentadas durante décadas y ha comenzado a generar nuevas. El melancólico y reconcentrado cafetín discepoleano donde se aprendía filosofía y la poesía cruel de no pensar más en uno mismo ha pasado a convertirse en un quilombo magnánimo de lamentos por un lado y alaridos triunfales por el otro, cantitos, insultos y hasta agresiones físicas de todo tenor y calibre, cuando no lisa y llanamente la producción de muerte. En otros términos, se han generado nuevas arenas para escenificar el drama social cotidiano y para colmo vienen dotadas de singularidades para nada previsibles o fácilmente asibles, por el momento, en ese paisaje de igualdad que produce el deporte televisivo, como encuentra el ya citado autor inglés que va a reaparecer después del punto y aparte.

La palabra es otra vez toda del inglés Bale, sin dejar de tomar en cuenta que el trabajo sobre las hinchadas virtuales en su país fue publicado en 1998: “Está también misteriosamente predicho en un reciente aviso de Adidas, donde se muestra un futuro paisaje del fútbol y donde el juego es jugado en una caja de concreto cerrada de manera hermética, donde se simulan espectadores, programados presumiblemente para aplaudir las destrezas pero carentes de cualquier sentimiento partidario. Esto nos recuerda también esos avisos del deporte moderno donde los lugares limpios y seguros, combinados con medio ambiente sintético, deberían estar en lo posible sin climas.” El remate es un poco estremecedor: “No sería totalmente inapropiado describir estos escenarios a los que he remarcado como el maleficio del fútbol.”

Aunque los argentinos no tengamos el monopolio en esta materia de las nuevas virtualidades en materia del creciente ocio social posmoderno -y en una de esas ni un puesto en el podio-, no hace a estas nuevas manifestaciones culturales, para colmo en constante mutación, menos preocupantes. Sí que ya es un hecho que nuestras peculiaridades van a generar fenómenos de igual talante y después nuestros científicos sociales, siempre rigurosamente al día con la última bibliografía proveniente de la metrópoli, siempre y cuando se la traduzcan en Barcelona, se las van a ver nuevamente en figurillas para tratar infructuosamente de volver a meter a la gorda real en el corsé teórico Made in. Justamente, como se ha insistido con el original aporte del inglés mencionado, tiempo atrás ya se comenzó a hablar, a nivel teórico, en el Primer Mundo, del surgimiento de hinchadas virtuales sin vuelta de hoja. Ahora, previo a pasar a otros aspectos no menos importantes, ocurrió que ya un poco antes, desde el punto de vista cronológico, no siempre desdeñable cuando se encuentra lo cultural de por medio, en Argentina, desde México´86, con la entrada en escena del reinado de la globalización televisiva, no tardó en apreciarse que había incluso que empezar a hablar de otra vuelta de tuerca en la singularización del fenómeno, por lo menos en lo que víctimas fatales se refiere, y que va más allá de lo luctuoso: las muertes remotas o virtuales, algo en lo que sí tendríamos desgraciadamente otra vez pole position.

¿SALVAR AL FUTBOL O SIMPLEMENTE TELEVISARLE LA AGONIA?

La violencia sólo conduce al técnico a otro aparato, más nuevo, en cuotas.

DE DONDE SON LOS CANTARES

Antes de cualquier otro avance sobre este mismo terreno, dada la vertiginosidad de estos tiempos, aparece como conveniente tratar al menos de delimitar de qué se trata el asunto. La aparición entre nosotros de la tevé, en los ´50, y luego el paulatino copamiento del fútbol primero en diferido, a mediados de los ’60, luego muy particularmente en vivo y en directo, que es lo que aquí interesa, no generó de por sí hinchadas virtuales, mucho menos en el sentido en que usa el concepto el autor inglés varias veces citado, pero sí conflictos que degenerarán en directas agresiones físicas, vandalismo y hasta víctimas fatales, consecuencia de la clonificación a distancia del escenario y el hecho real. Entonces, quizá, más que de hinchas virtuales nosotros tendríamos a empezar a reflexionar en torno a la virtualización de los conflictos y la antagonización emblemática, con todo lo que eso arrastra.

De movida, si la irrupción del fútbol junto con el capitalismo industrial significó la escenificación del drama social y la ilusión de la participación simbólica en la resolución del destino en juego creó una ilusión que trastocó todo lo conocido hasta entonces en la relación espectáculo/espectador, generando lo que el francés Bernard Jeu llamó la antitragedia y en general un negativo ideológico que permitía hablar hasta de la existencia en ese terreno de una verdadera contrasociedad deportiva, esta intermediación microelectrónica del escenario real, cuando ya la supuesta participación directa era sólo ilusoria, potencia esta cualidad y empezamos ahora sí a estar, para conceptualizar de alguna manera, frente a una verdadera virtualización al cuadrado o en una de esas a la ene y las correlativas alteraciones que esto acarrea. Por lo pronto, el cientista inglés citado, acepta en el mismo trabajo que “la audiencia televisiva no puede tener aún influencia en el resultado del acontecimiento que está mirando.”

Aún, remarquemos y acotemos.



LAS ORGIAS DE ANTAÑO EN VIVO Y EN DIRECTO

De chanfle, con tres dedos.

“A LA DERECHA DE SU TELEVISOR, SEÑORA”

Muchas y variadas causas han hecho que estas dos realidades sean muy diferentes y, por ende, generen entre nosotros consecuencias de igual tenor. Al principio, la concurrencia a cafés, bares, confiterías y restoranes a mirar partidos por tevé en ByN, a mediados del siglo pasado, obedecía a netas causas debidas a la estratificación social reinante. El aparato era un artículo de lujo, muy caro, lejos del poder adquisitivo incluso hasta de la clase media. La llegada del cable va a sorprender a una Argentina en la que potencialmente no hay hogar sin por lo menos un aparato de tevé, incluyendo a los llamados barrios carenciados, que cuando mucho comparten uno. Argentina pasó a ser el tercer país en el mundo con instalación de cable y por lo tanto la avidez capitalista, de no matar la gallina de los huevos de oro, cuando implantó los llamados codificados, es decir, para nada casualmente un tarifa aparte para ver los condicionados con pornografía, en el mismo lecho iban los partidos más importantes de cada jornada, en vivo y en directo, lo que vino a ocurrir en un momento de derrumbe del poder adquisitivo de los sectores medios, ni qué hablar de los que están en las últimos subusuelos. Si a esto se agrega el fenómeno masivo de los colgados clandestinamente en los barrios más carenciados, algo imposible de cuantificar, más las truchadas de la pudorosa clase media donde uno paga abono y un técnico amigo, con una mecha de vidia, agujerea los tabiques de hojaldre que son las paredes de los departamento modernos y se conectan todas las extensiones que se quieren, práctica que está en aumento de tipo cariocinético con las bandas anchas por cable módem de Internet, nos encontramos con un panorama cada vez más vasto como digno de atención, a la vez que imposible mínimamente de mensurar.

Aquí, donde para variar todo es confusión, inclusive con tómbolas estadísticas descerrajadas con aire científico, es donde están sucediendo de manera clara, tangible, tanto la hinchada virtual como las muertes remotas o muertes virtuales, a pesar que éstas ya habían hecho su aparición solitaria con motivo de los festejos posteriores de espectadores del acontecimiento a través del televisor. Por lo tanto, vamos a hablar de hinchada virtual a la ceremonia ritual de concurrir a los mismos lugares públicos que hace cinco décadas, también por limitaciones de tipo económico o para juntarse grupos de amigos hombres y evitar conflictos en sus respectivos hogares por el cada vez menor rechazo femenino al fútbol, y abandonar la mirada boba de aquellas épocas para adoptar una posición activa, tribunera, que incluye la concurrencia con atuendos identificatorios de su adhesión a tales o cuales colores, el festejo exorbitado de los goles propios muchas veces no en el mismo lugar del asiento, sino de pie, y llegar al colmo de levantarse e ir hasta donde están los contrarios y gritárselo en la cara, sin faltar, por supuesto, el que corona semejante coreografía con el remate del cantito respectivo: Y ahora, y ahora, / nos...

CADA DOS HORAS, UN ENTRETIEMPO

Locos x el Fútbol en pleno fervor virtual.


8 x 5 = 40, TE ESPERO EN EL BAR DONDE DAN EL PARTIDO

Los contornos comerciales, costumbristas y hasta folclóricos a que todo esto ha dado lugar también tiene su miga. Como no podía ser de otra manera se destaca Locos X el Fútbol, en plena Recoleta, Vicente López 2100 casi esquina Uriburu, entre cenizas y bóvedas ilustres y lo más fashion del sector, a la altura donde remodelaron el bulevar convirtiéndole prácticamente en plazoletas, veredas amplias para terrazas, cabeza de una cadena de la que es propietaria TyC. También en Caballito y otros sitios apropiados. Para coronarla, la cadena tiene su anclaje en la vieja Europa. La atención está a cargo de unas beldades con pantaloncitos de fútbol infartantes, muy ajustados, a punto de reventar las costuras, camisetas de todos los clubes, todas con el N° 10 en la espalda, claro, y los días de codificado la consumición mínima y obligatoria unos 8 dólares por barba, según la cotización del día de la fecha, por una hamburguesa y un vaso parafinado de gaseosa, y cuando finaliza el encuentro, se terminó el turno y que pase el que sigue, nada del café metafísico a la antigua como alternativa de la casa propia o de las apretadas piezas de las pensiones.

Las paredes principales del fondo tienen paneles de monitores seriados que configuran dos pantallas gigantes y en los días de jornadas arduas los ex dueños del país pasados a mejor vida ven alterado el sueño eterno por los gritos de gol. Más que obvio, la clientela es selecta y en las conversaciones informales, ya que ni pensar con un periodismo light encarar un chequeo a fondo, la clientela es diferente de movida a la futbolera típica. Con un agregado que no hay que perder de vista, dadas las transformaciones de la Segunda Década Infame: no hace mucho que esos ejemplares dejaron de ser diferentes y les quedan rémoras varias de la alcurnia suburbana, disimulada con ostentación de poder adquisitivo, motocicletas del tamaño de un portaviones que producen un estrépito digno de un ataque nuclear y camionetas todoterreno para los más menesterosos. La ideología reinante, exaltada hasta el paroxismo, es que en el terreno varonil son todos gerentes de algo y empresarios no se entiende muy bien de qué, pero aunque no pueden olvidar su pasado de rioba y hasta son capaces de pucherear en el recuerdo de aquellos presupuestos tan esmirriados. Las escuálidas chicas que los acompañan, prolijamente cuidadas, no son tan exhibicionistas en cuanto a sacar a relucir la prosapia de los árboles sociológicos pero al menor descuido, entre una catilinaria de cursilerías, se descosen abruptamente con una guasada que tampoco deja a dudas de dónde son los cantares bien recientes.

Obviamente más locuaces, ellos, cuando se les saca el tema, el motivo de ir a ahí es el confort, la cercanía geográfica y lo que genéricamente es llamada seguridad y muchas veces no se sabe qué se quiere decir, aunque en este caso alude a robos de pasacasetes, rayados de los vehículos, evitar los intensos sobajeos cuerpo a cuerpo, face to face, para conseguir entradas, así sean plateas caras, escaleras donde se zapatea en el más puro orín, malos tratos de todo tipo. En fin, un estresamiento al cuete y de todos modos, aunque no se la explicite con todas las letras, degradación social aunque sea part time. Y en una vida que han decidido vivir a mil, el factor tiempo: allí se llega diez minutos antes del partido y uno se puede retirar con el primero de los tres fatídicos pitazos finales. El ritual futbolero normal, cara al viento en la cancha, demanda casi toda la tarde, cuando menos.

Tanto los festejos como los lamentos, también los comentarios, son mesurados, sonrientes, no rompen en ningún momento la buena onda, algo que está considerado dentro de las cábalas y el ritual seguido al pie de la letra. Lo que sí los enfervoriza y hasta puede llevarlos al paroxismo son las presentaciones de la selección argentina, particularmente contra Brasil. Llegan hasta ponerse la casaca nacional, vinchas, alguna corneta y plumeritos blanquicelestes. Si hay triunfos, agregarse a la eufórica caravana de los bocinazos que tiene siempre el mismo circuito y termina con la vuelta olímpica virtual al Obelisco. Les recrudece el fervor nacional de lo estentóreo aunque en la vestimenta no tengan nada Industria Argentina y para el veraneo lo más cerca a que aspiran sea Punta del Este y se desviven por Miami. Es más: los que han intentado la aventura de vivir allí para tratar de despegar en grande cuentan con una sonrisa que la saudade era de tal magnitud que todos los argentinos se reunían en los muchos lugares para argentinos, veían el partido y ahí sí festejaban y sentían a lo loco. Es más, en un caso de inusitada sinceridad, se afirmó sin remilgos que aunque pudiera parecer extraño, nunca se había sentido tan argentino con esa ocasión, lejos de la tierra, con una banderita, viendo a la selección por la tele.

ES LO MISMO PERO DE OTRA MANERA, ¿VISTES?

Mucho más recomendable que apelar a las hojas de diarios o revistas.

¿YO? ARGENTINO HASTA LA PAUSA PUBLICITARIA, MACHO

Y, no: no parece tan extraño. El patriotismo, sobre todo el argentino, está tan expuesto a la virtualidad como todo. Máxime cuando estas expresiones chovinistas tienen esa exhuberancia emocional, itálica, efervescente, desmedida, que deja siempre toda la sensación de además de querer convencer a los otros de la magnificencia de lo sentido, somos más nosotros mismos los que tratamos de autoconvencernos que es cierto y que estamos sintiendo eso. Como la muletilla que en estos casos se ha puesto de moda, cosa de darles pasto a los psicoanalistas: “De verdad te lo digo de onda, no te estoy cameleando.”

En su gran mayoría, completando el cuadro, son de Boca y los menos se permiten el lujo de ser de River aunque hay algo que no les termina de cuajar, sobre todo por esa fama de millonarios y oligarcas. Los que por pecado de origen arrastran simpatías por clubes chicos no lo confiesan o sonríen pidiendo piedad por anticipado. En la Argentina del no llores por mí toda minoría siempre será sospechosa de anomalías de algún tipo. Lo que también merece destacarse en la conducta corporal en los festejos: todos los saltos, braceos y coreografías mínimas forman parte de la monocorde coreografía tribal de las barras bravas y con exultante placer, mientras que si la cosa deriva para lo musical, lógicamente se impone lo rítmico, fundamentalmente brasileño y tropical cumbiero, cuando no hasta algunos arrestos murgueros.

En Avenida La Plata al 2000, esquina Santander, a una cuadra de esa ignominia clavada en el alma que tiene San Lorenzo de Almagro, más conocido por el misterio de Los Gauchos de Boedo, como es el megamercado Carrrefour ocupando por los siglos de los siglos el predio del sagrado Gasómetro, una de las facciones internas eternamente opositora ha alquilado un local y habilitado una pantalla gigante con servicios de Bar/Resto muy pero muy fast, sin muchos esmeros. El precio para hacerse de una silla es de 5 dólares por asentadera y las bebidas y sánguches, ni tan frías ni tan recomendables, guardan un precio acorde. Todo es acorde. Muy difícil en las dos horas promedio que se puede estar distinguir alguna otra palabra que no sea un boludo dicho con la más increíble variedad de entonaciones y significados. Los diálogos son gritos imperativos que se superponen. Es directamente una tribuna plana.

El emplazamiento ha sido detectado por barras e hinchadas varias, particularmente la de Huracán, y el paso ocasional en micros, incluso en micros de línea, genera por lo menos cruces de insultos furiosos, desafíos y más de un piedrazo, corridas y otros rubros de práctica sin que hasta ahora haya pasado a mayores.

¡MOZO! UN CORNER CON CREMA, POR FAVOR


UN FUTURO ARRASADOR

Los tradicionales bares y cafés de barrio son los que hasta cierto punto han sufrido más el impacto de esta transmutación. Si no perdieron la vieja clientela, las nuevas avalanchas, beneficiosas a la hora de hacer el arqueo diario de caja, convirtieron en tiempo muerto de tradición lo que era un estilo de vida. Se insiste que en ningún momento llevando a cabo un muestreo mínimamente sistemático, dueños y mozos coincidieron en que la pauperización de los sectores medios bajos y bajos directamente, sin eufemismos ni atenuantes, constituyen el grueso de esta nueva clientela que cuando mucho camina media docena de cuadras y por el dólar a que mínimamente está un cafecito así tira toda la tarde dominguera en la más amplia acepción polisémica, encima con los dos partidos más destacados de la jornada. Si además son aquellos donde juegan los colores de sus amores, cartón lleno. Para los clásicos, finales o partidos decisivos de campeonato, llegar temprano o directamente se ha abierto un sistema de reservas anticipadas.

De acuerdo a la barriada, por supuesto, pero en general los precios son mantenidos igual, haya o no haya partidos, sean o no por codificado. En no pocos, cuando aparecen más aspiraciones en las instalaciones, manteles, aire acondicionado, los diarios del día y demás, incluso en las listas impresas con los precios aparecen las dos columnas de la consumición común, a la antigua, y la futbolizada. Un ejemplo categórico al respecto es el Restó-Bar Santana, en 3 y 40, justo frente a la terminal de micros de Villa Gesell. En la puerta de entrada, vidrieras y colgando de cada televisor, confeccionado con una PC común y una impresora más común todavía, sin grandes despliegues de diseño gráfico, se anuncia que los días de partido la consumición mínima es de 3 dólares, así sea el consabido y popular cafecito. “Más en temporada o en minivacaciones”, explicó el dueño sin tapujos, “viene que te juegan un River y Boca, por un decir, y esto se convierte en una cancha donde recaudás menos que un día de semana común, en invierno. ¿Dónde está mi negocio?”

Hay alguna particularidad a resaltar. Salvo aquellos lugares en que se han hecho habitués de grupos bien identificados, que se conocen entre sí y hacen barra para los diferentes clubes grandes, por lo común el hincha virtual de fútbol por cable en un café es un tremendo solitario hasta capaz de avenirse a alguna relación circunstancial centrada en el tema. Se ha convertido en una variante reprocesada, reciclada por el desvastador modernismo, de aquel legendario hombre que estaba solo y esperaba, de Raúl Scalabrini Ortiz, tan entonces como ahora, sin saber muy bien qué y con el riesgo de no llegar a averiguarlo nunca qué es lo que aguarda porque ahora los partidos, aunque tengan alargue y penales, duran poquito más de noventa minutos.

Los cafés de Buenos Aires, que tienen la particularidad de ser una verdadera institución social para entretejer relaciones de todo tipo donde aleatoriamente se practica el comercio, son lugares a los que se va a hacer cualquier cosa menos a tomar un café. Amoríos, asaltos, desengaños, poemas, primeras, segundas y últimas citas de amor; divorcios, confesiones, casamientos, golpes de estado, estafas, oficinas al paso, negocios fabulosos y fulminantes que nos alejarán de por vida del yugo de trabajar, bufetes de abogados de cuarta, cruceros fabulosos por el Caribe que no llegan ni a un asado en el Delta, millones de horas/charla al cuete despuntado el vicio de descifrar la vida, delirios y mucho más, pero el café no pasa de ser, a lo sumo, una excusa para todo lo otro. Y ahora se le ha agregado lo de ir a ver los partidos por codificado. Con otra variante que por lo menos no se puede dejar de anotar: la vieja guardia, la fundamentalista del café como lugar de recogimiento y filosofía al paso, mechado con Muro de los Lamentos, ha abandonada indignada los emplazamientos que cedieron a las tentaciones del marketing y trizan el sacrosanto silencio, que cuando mucho era alterado por una radio con tangos a medio volumen, con ese ulular de primates, aseveraciones entreveradas que suenan a cosa juzgada, sentencias de muerte y últimos designios.

En el Gran Buenos Aires, sobre todo en las barriadas más pobres y sumergidas, de movida se hace muy difícil ubicar al comercio por rubro y establecer diferencias tajantes como confitería, bar, café, maxikiosco, almacén, venta de bebidas de todo tipo para tomar en la puerta. Por lo tanto, lo mismo ocurre con la virtualidad de estos nuevos contingentes de hinchas que se han agregado masivamente, porque es donde más se siente el impacto. Preguntar el motivo bordea lo ocioso y necio. La crisis económica los ha acostado en todos los terrenos y es la única forma que tienen de espiar por el ojo de la cerradura al fútbol de alta competitividad, principalmente al porteño, que la instalación de la red de tevé por cable ha abulonado definitivamente como paradigma de lo nacional. Son los que los sábados han engrosado las barras bravas y el público en general de los clubes barriales que militan hasta en la D y de pronto se encontraron con esta novísima adscripción, que por otro lado es la primera y verdadera, sin intermediaciones de ninguna otra especie, también tiene sus encantos.

Pero eso sucede los sábados y, salvo excepciones, siempre de locales. Los domingos, para ver fútbol del grande, hay que ir al boliche, genérico que denomina a la más amplia gama de comercios, incomodidades, dudosa limpieza como estados de los sanitarios y gama de rubros. Lo que corre en cantidad es la cerveza, en menos proporción el vino en cartón, fraccionado en vasos, y donde también menudean más los incidentes. Por último están las citas masivas, siempre fundamentalmente en torno a la selección o más ruidosamente Boca Juniors, en finales lejanas por cualquier torneo reputado y a los horarios más exóticos, ni qué hablar los superclásicos. Acá, en estos casos, mucho más sin rastreos sistemáticos, se hace difícil establecer una diferencia importante: el porcentaje de los que van por restricciones económicas y los de lo que lo hacen para aunque sea de ese modo, con el infaltable como si de lo lúdico, recrear virtualmente por un cachito el clima de cancha, estar con los iguales, sufrir y gozar y con ellos.

Puede tomarse, si se quiere, como paradojal que mientras el acontecimiento en sí, el objeto de atracción es exhibido a través de un medio virtual y remoto, en los límites de una pantalla con rayos catódicos por más que ahora algunas sean de considerable tamaño, el espacio físico para este nuevo espectador resulta notablemente reducido, aun cuando se lo compare con las canchitas más chicas, y pasa a convertirse en un escenario real para que estos novísimos protagonistas secundarios diriman el conflicto cuando éste excede lo ritual y simbólico del juego en lo que se ha dado en llamar el otro partido (el de las tribunas) o el otro campeonato, donde la crueldad reemplaza a las habilidades de la motricidad fina en el manejo de la pelota, a criterio del sociólogo Antonio Roversi, de la Universidad de Módena.

ASI EN EL CIELO COMO EN LA TEVE

¿Este tipo no estará en orsai? A ver, mandá un TeleBeam...

EL OTRO PAIS EN EL PATIO TRASERO

En nuestro país, en los restos que todavía van quedando de él, lo anterior trae sus hijuelas. El tendido ferroviario implantado por el colonialismo inglés fue la infraestructura para el desarrollo y difusión del fútbol. Tal tramado se trató, al igual que el mapa rutero, en una convergencia radial sobre el Puerto Ombligo por el que a diario se iban las riquezas primarias de la tierra, tanto en forma de cereales como de medias reses congeladas o corned beef, a cambio del retorno siempre transoceánico de productos manufacturados. La nueva red virtual de tevé por cable, por añadidura, no ha hecho más que mostrar que esa infraestructura permanece intacta por más que los trenes hace rato hayan dejado de circular y los rieles se hayan oxidado y que lo analizado en un excelente trabajo que se citará luego en extenso y muy en particular, los arquetipos masculinos argentinos populares permanecen encaramados sobre ese modelo agrario. Dicho de otro modo, todo sigue yendo y saliendo por Buenos Aires y desde aquí el reflujo de algún nuevo arquetipo, modelos y emblemas no ha cesado.

Los equipos porteños siguen siendo los equipos nacionales por excelencia y matar o morir por una adhesión situada, por ejemplo, a 500 kilómetros de distancia, es mucho más válido que tratar de mostrar alguna reacción ante el evisceramiento sistemático del país, no importa si por la dichosa privatización de los servicios que eran estatales o la entrega directa de riquezas, grandes extensiones de tierras y también reservas naturales a mansalva. Esto se enlaza con la exhuberancia del fervor patriótico virtual en Buenos Aires luego de los triunfos de la selección por tevé, que en última instancia es para sí mismos porque cuando mucho tiene como destinatario a otra cámara, como la de los móviles de los canales en vivo, pero donde los exultantes no tienen ni los cordones de las zapatillas sport de marca fabricados en la Argentina.

Al autor de esta bitácora le consta personalmente de este fenómeno en los Valles Calchaquíes, la capital de Tucumán y durante el largo trayecto de la capital salteña a la frontera con Bolivia, en Salvador Mazza, luego de recorrer el Jujuy azucarero y papelero, más la Salta tropical, petrolera, bananera y cafetera. Son cientos los estadios virtuales rebosantes en estaciones de servicio a la vera de la ruta, bares, confiterías, restoranes y aún precarias parrillas bajo una enramada. El precio de la entrada, amén de la consumición obligatoria, varía entre los 2 y 4 dólares.

ALIENACIONES ERAN LAS DE ANTES

¡Esto sí que es Primer Mundo! En un turno te podés echar dos o tres goles si te da el cuero.

“LA CLASE OBRERA NO VA AL PARAISO”

Por supuesto que lo anterior está muy lejos de trillar ese pobre caballito de batalla que durante los primeros años del siglo XX censuró ferozmente al fútbol como escafandra, venda o chupete de los más desposeídos e incultos para disfrazarle la realidad y distraerlos un rato de su ineluctable destino revolucionario hacia una sociedad sin clases sociales. Hoy más que nunca, por suerte, lo que en el último tiempo han avanzado las ciencias sociales sobre los deportes, en particular el fútbol, tienden a demostrar exactamente lo contrario. Justamente la imposibilidad de la contención y representación simbólica y efectiva de los conflictos más profundos es una de las causas que hace brotar la violencia explícita. Hay mayor tensión y violencia en una tribuna que en una fábrica a punto de cerrar para siempre. Por el contrario, si se lo toma al fútbol como el espacio más apto para dramatizar lo cotidiano actual, como ha dejado sentado el antropólogo paulista Roberto DaMatta, la tiranía de los hechos incluye a grupos organizados, profesionales, que ejercen la violencia y producen la muerte como parte del espectáculo general. ¿Dónde está la supuesta alienación planteada a principios de siglo y en los primeros años posteriores a la revolución bolchevique? En medio de la exclusión y marginalidad masivas, como un rebrote de conductas infantiles regresivas, el ocio social se muestra para el Poder mucho más peligroso que la ocupación plena con asambleas sindicales a diario. La dichosa oquedad masiva y el aburrimiento son los verdaderos detonantes, como puntualizó el ya citado Verdú.

Y con espoletas retardatarias, para colmo.

Tras lo anterior, que es incontrastable, es que puede empezar a sospecharse que se debe diferenciar a este nuevo fenómeno, con sus medios y espacios propios, capaces también de producir muerte, en la medida en que los avances tecnológicos han servido para difundir modos y modelos de vida sólo modernosos y diferentes apenas en el envase, para estar bien a la page de la sociedad posmodernista, porque la infraestructura del conflicto se obstina en parecerse a los que teníamos en los albores de una nacionalidad siempre a los tumbos e incierta, más bien difusa.

DEL FAROL AL TABLON, UN SOLO CORAZON

Una pinturita, varón. Viene hasta con el zapping intergaláctico. ¿No lo ves o sos ciego, Mr. Magoo?

“VEAN, VEAN QUÉ LOCURA;/ VEAN, VEAN QUE EMOCIÓN…”
Los festejos de ese segundo título mundial logrado por la blanquiceleste, acabado el partido con (la todavía) Alemania Federal, en México ’86, dejó un saldo de dos jóvenes muertos, uno en los deslindes capitalinos de Villa Lugano, el otro en territorio bonaerense, cerca del límite con Santa Fe, aparentemente como consecuencia de ocasionales francotiradores. Al finalizar el siglo pasado la acumulación alcanzada con este tipo de victimización alcanzaba a 14, un 6,5% del total de las víctimas fatales de la violencia futbolera organizada que surgió a fines de los '50 como consecuencia directa de la industrialización del espectáculo deportivo. Y la modalidad ha continuado, como se verá enseguida.

Aunque aquí también lo surtido del anecdotario va de la mano con la riqueza de elementos en cada hecho, ni siguiera se puede abrigar la esperanza de dar un esbozo de cada uno, tal la complejidad enmarañada de la arboladura con que están constituidos. Sí hay que destacar, además de las no pocas muertes que ya ha suscitado, el valor agregado de escándalos y desmanes que desata, sobre todo y casi exclusivamente, cada River-Boca, hasta en los lugares más distantes, donde cualquiera que sea el resultado del encuentro, la representación local de cada uno, que lo que ha visto gracias al milagro electrónico de la tevé por cable, salen a la calle a darse entre ellos o directamente romper lo que encuentran. Los epicentros con hechos de mayor envergadura son Mar del Plata, Neuquén, Mendoza y Rosario, presentes en primera fila en casi todas las ocasiones.

Este desparramo, más que nacionalización del antagonismo futbolero argentino por excelencia, nunca analizado y que en su momento merecerá un tratamiento aparte, a pesar de la frugalidad constante de los medios y otras limitaciones, tiene una ancla muy importante en un excelente trabajo realizado sobre el contrapunto lingüístico del discurso borgiano en torno a un arquetipo nacional como fue el compadrito y el del uruguayo Borocotó, en El Gráfico, sobre el otro arquetipo que aparece de la mano de la clase media y sus plumas más inspiradas en la crónica deportiva de entonces, obligadamente multimedia por el nivel de las comunicaciones existentes, y que es el hincha futbolero, según la prolija revisión hecha durante un año sabático por Eduardo Archetti. Como producto genuino de estas dos especies se dibuja, se decanta, surge el barrabrava, ahora sí, como prototipo de la neobarbarie civilizada a la que estamos asistiendo y disfrutando como cotillón de la vida cotidiana. Desgraciadamente fallecido en forma muy prematura, aunque no se conozca muerte que sea tardía, cuando todavía braceaba contra las negativas y esquivadas a publicarle el trabajo mencionado, en una charla informal con el autor de esta bitácora después de haber leído el borrador, se concluyó en un total acuerdo sobre ese análisis y que elaborar una conclusión era una asignatura pendiente en la materia.

A una de las principales conclusiones a las que se puede arribar para explicar este expansionismo futbolero, este neocolonismo de entrecasa a cargo del Puerto Ombligo que también se manifiesta en aberraciones como las dispuestas por el CONFER y donde se prohíbe a los locutores no hablar con otra tonada que no sea la de un porteño híbrido, jamás las que campean naturalmente en cada región, de la Santa María del Buen Ayre como capital de la República de la Pampa Húmeda, según la feliz nomenclatura aplicada por Archetti, oriundo de Santiago del Estero, consistiría en la persistencia, como sustento, de un modelo agrario que no ha desaparecido y que el fútbol tanto resucita como mantiene indeleble, si se sigue de cerca al español Verdú en sus planteos. Además, aunque en el mencionado trabajo del sociólogo y antropólogo santiagueño radicado en Europa desde fines de los ‘60 no se explicite porque no era el motivo del asunto, es el fútbol el que se encarga de revivir y mantener la lozanía que hace persistir intactas las estructuras dejadas por el colonialismo español, luego abulonadas por el trazado ferroviario del colonialismo inglés a su turno, sobre el que justamente nació, creció y se desarrolló el fútbol que después, recién después, será primero criollo con La Academia racinguista de principios del siglo XX, significando en los hechos todo lo contrario a lo british, como se encargó de enfatizar el propio Archetti en ese trabajo, y recién después argentino. Ya algunas veces nos hemos ocupado en destacar la saña y darle una interpretación a tanta ferocidad de las barras contra los trenes: en este medio de transporte, por lo menos sus padres, cuando no ellos mismos, se vieron obligados a dejar el pago natal con la esperanza o la desesperación de encontrar en la megápolis una luz de esperanza para un mejor futuro o por lo menos un techo y un poco de pan. También el que en gran medida los trasladaba desde el conurbano en épocas de bonanzas y en el que mayoritariamente se han desplazado en las cruzadas futboleras a seguir los colores queridos. ¿Se ha cumplido por lo menos en parte esa ilusión, aunque sea en el clon futbolero? En todo caso, los trenes, por anchas o por mangas, siguen siendo el blanco preferido tanto de barras bravas como de espontáneas asonadas populares.
Una digresión que hace al caso, imposible de soslayar por la envergadura que tiene, proviene de la ex URSS. Según despachos especiales de la agencia ANSA durante la perestroika, en los años de hierro jamás había habido semejantes despliegues represivos de uniformados cuando el Dínamo de Moscú iba a jugar a la entonces Leningrado, cuando el de Kiev tenía que llegarse hasta Moscú para vérselas con el Spartak, no importa si moscovita o el ahora otra vez sanpeterburguense, ya sea yendo o de vuelta. En ese entonces la lectura fácil y a mano era que esos equipos representaban al CC del PCURSS, al KGB, a los sindicatos, a la Juventud Comunista, etc., y que las mayorías encontraban un canal de protesta para abollarse la humanidad entre ellas y de paso darle a algún que otro uniformado del régimen. Pero héte aquí que los fajos de dólares, aparte de tumbar el Muro de Berlín, dieron por tierra con las estatuas de Lenín y otros íconos en menos de lo que canta un gallo, esos equipos tuvieron otros mandamases y patrones, importando hasta jugadores argentinos de manera dispensiosa como buenos nuevos ricos, y sin embargo los tortazos, piedras, trompadas, desmanes y otras delicadezas estuvieron lejos de disminuir, menos que menos de desaparecer. Por debajo de los revoltijos, como en el cuento Continuidad de los parques, de Julio Cortázar, emergió el trazado claro de los feudos de la época zarista, la Casa de los Romanov que el acorazado Potemkin, los diez días que conmovieron al mundo, la perrita Laika y demás nunca habían podido hacer desaparecer.
La honda infraestructura feudal y su representación simbólica, el fútbol, habían ganado cómodos con sólo perdurar, aunque cambiaran de camiseta, valga la pobre metáfora.
Y por goleada. Karl Marx quizá lo hubiera llamado el peso muerto de la historia. Ahora, no se encuentran motivos valederos a la vista, aunque se trate que obviamente tenga sus peculiaridades, que en Argentina esté suciendo otro tanto.

¿EN QUE QUEDAMOS? ¿HISTORIA O PORVENIR?

Locos x el Fútbol en su sucursal madrileña. Se acabaron las fronteras.

EL VACIAMIENTO, LA BRONCA Y LOS DESMANES VIAJAN EN TREN

Todo eso hace tiempo que se hizo más o menos trizas. ¿Por qué no hacer añicos o prenderle fuego al sostén físico que fue el encargado de consagrar definitivamente el destierro o autoexilio en la propia patria? Ahora posiblemente sea el momento de poner en la pantalla tan virtual como Internet, vaya la paradoja, la cita textual y completa del autor al que más arriba se hizo referencia de manera repetida en el que quizá sea, desde el punto de vista teórico, su aporte de mayor envergadura entre los muchos que hizo:


Borocotó y Borges participan, cada uno a su manera y en su ámbito literario específico, del debate sobre lo nacional y popular. Aceptan que lo nacional tiene que ver con la pampa y con una cierta zona de la ciudad de Buenos Aires. Desde esta perspectiva el territorio de lo nacional aparece circunscrito a Buenos Aires y sus alrededores, o sea la pampa húmeda, ya que Buenos Aires puede ser correctamente concebida como la capital de la pampa húmeda (y sólo posteriormente del país). El mundo social del tango y del fútbol va a definir desde la perspectiva de lo popular campos culturales desde donde el mundo masculino producirá sus imágenes, sus ritos y sus héroes. Los grandes clubes de fútbol de Buenos Aires han de convertirse en clubes nacionales, y esto a pesar de la tradición futbolística de las ciudades de Rosario y La Plata. Un club grande de Buenos Aires, Boca Juniors o River Plate, pertenece a la Nación, es una suerte de patrimonio nacional, mientras que los clubes importantes de otras ciudades, Rosario Central o Estudiantes de La Plata, serán percibidos como clubes de provincia. Es altamente probable y deseable ser hincha de River Plate y vivir en La Quiaca. Mucho más raro será encontrar un hincha de Rosario Central, no nacido en Rosario y sin padres rosarinos, en Ushuaia.

Mientras con algún candor excesivo que engrosa la mayoría, junto con otros, porque tienen intereses creados, pero se ha logrado instalar la falsedad en torno a que la Hi Tech, particularmente la proveniente de la microelectrónica, es el futuro por excelencia y a secas. No. Si hay algo maravilloso en estos instrumentos es cómo permite rescatar al pasado, a la historia, de manera que en otros tiempos, hace apenas unos años, hubiera sido una tarea agotadora, tediosa, antieconómica y por lo tanto considerada inútil. El fútbol por cable ha resucitado (si es que alguna vez murió) a la Gran Aduana que es Buenos Aires y la falsedad de la ilusión federalista, muy anterior a la virtualidad microelectrónica, que se concreta en un unitarismo que es más un cuello de botella y lejos de tender a una cultura nacional más o menos homogénea, galvaniza de una manera curiosa, retorcida, la hipótesis de un socialista acerca de los cuatro países de principios del siglo XX, como ha dejado señalado el positivista José Ingenieros en la única versión socialista de los albores de la historia argentina.

Otra prueba al canto: la tevé por cable ha expandido como un lanzallamas la exhibición puntillosa de la violencia explícita y directa que el ritualismo futbolero ya no puede contener ni expresar más dentro de los límites de cal de un campo de juego. Un panorama poco auspicioso, más bien, máxime cuando está en discusión que una de las cualidades del violentismo es el contagio, un señalamiento hecho en un TXT ya clásico publicado por la Revista de Ciencias Sociales de la UNESCO en 1978 y perteneciente al francés Jean-Marie Domenach.