domingo, 9 de agosto de 2009

PANQUECAZOS EN EL MINISTERIO DE LA PELOTA

Las deudas de los clubes de fútbol llegaron a un límite permisible, la AFA fue a manguear al gobierno y con la palabra que caracteriza a los políticos el jefe de gabinete, ex intentendente y dirigente del Quilmes Atlético Club, respondió con la seriedad que también lo caracteriza: "A los problemas del fútbol los tiene que solucionar el fútbol." Horas después se producía una reunión secreta entre Kirchner y Grondona para rescindir el contrato AFA-TyCSports, el gobierno financiar la deuda y quedarse con la tevé. Objeto: joder a Clarín, acérrimo enemigo. Chantaje viene, extorsión va, la virtualidad del Apertura 2009 está en veremos y el Ministerio de la Pelota agranda la cancha de manera desembozada y obscena.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

"SI APARECE EL GERENTE, LO MANTEAMOS"

Si juega la celestiblanca, a la hora que sea, con tal de hacerle la rata a las obligaciones, futboleros y no futboleros se piantan al Mundo de lo Necesario, para habitar, aunque sea un cachitín, el ilusorio Reino de la Libertad. ¿O no somos argentinos? Fuente: YouTube.

"ES NO ES FUTBOL; ES FUTBOL DE 1ª"

Che, ¿nos comemos un chori y vamo a la chacán?

LIGHT XL, AL 50%

A los no pocos ámbitos y complejidades con que la virtualidad ha engordado a un fenómeno para nada raquítico de por sí, desde Argentina se colaboró con algo bien palpable y para nada virtual como son las muertes remotas de espectadores concretos y también otros aspectos que culturalmente aportan sesgos diferenciativos que merecen atención. Lo que se intentó primariariamente con este trabajo, cuya primera versión se hizo conocer en el 2003 y luego se corrigió, actualizó y amplió dos años después para formar parte del libro Fútbol S.A. – Juego, Industria de la Cultura & Cultura de Masas (Ediciones de la Abeja Africana, Buenos Aires, 2005), fue y sigue siendo contrapuntear paridades y disparidades con lo que sucede en otras partes del mundo en esta nueva materia.

Si nada más que por comodidad se partió por la cola de estas últimas dos décadas, bajo este nuevo signo del Imperio Microelectrónico, cuando en la noche del jueves 10 de junio del 2004 se lograba una marca hasta entonces no alcanzada en el país. Pero apenas era el primer paso de algo mucho más vasto, encima todavía impredecible y más que probablemente incontrolable. En una Bombonera que no rebosaba como en sus mejores jornadas, los locales y los primos salieron a la cancha a disputar un enésimo superclásico por la semifinal de ida de la Copa Libertadores. (Ver bitácora con orígenes socioculturales del River-Boca.) La hinchada visitante ni siquiera brillaba por su ausencia: no estaba. No la habían dejado entrar. La Diosa Seguridad, ese nuevo fetiche de la posmodernidad, así lo había dispuesto.

Se inauguraba, para decirlo de algún modo o rotularlo de alguna forma -y no acarrear con la incomodidad de empezar a pensar en tiempos efímeros que se viven en un presente continuo-, una nueva era. No importa lo que dure o si efectivamente lo es. Suena bien, es impactante y hoy por hoy eso alcanza y sobra. Un minuto puede llegar a ser una eternidad. En la jerga televisiva se ha puesto de moda denominar a estos rótulos “poner un título”. La realidad mediática y espectacularizada es sólo una primera plana llena de titulares, preferiblemente catastróficos por el tamaño de las fuentes tipográficas. Ya está; se lo puso. Hasta la podríamos denominar, con todavía mayor espectacularidad, la del Fútbol de Media Cancha o al 50% y sondear para ver si el paquete vende. Es lo más importante y es lo mismo. Porque el fútbol actual, considerando que es algo más que ventidós jóvenes de pantaloncitos, una pelota y un referí, sino al decir del recientemente fallecido José María Suárez, “algo que sucede de lunes a viernes y se juega los sábados y domingos”, hace rato que encima tiene otro partido simultáneo, no siempre ligado por relaciones lineales ni exactas, sino autónomas y que conforman largamente un fenómeno con territorio y leyes propias.
Nada más ni nada menos.

-Va a ser extraño no ver hinchas de River en la Bombonera –le declaró a Clarín el ingeniero Mauricio Macri, por aquel entonces presidente de los zeneizes y ya figura de reposición de la derecha neoliberal argentina que luego alcanzaría la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma, en la jornada previa al cercenamiento-. La decisión de las autoridades significa que ganaron los bárbaros. Para mí, el mensaje que se le da a la sociedad fue distinto a lo que ésta esperaba.

Por supuesto, el resaltado no es del original. En todo caso, como acotación, han triunfado y ya están definitivamente asentados los defendidos del abogado de las 62 Organizaciones y el gremio del Plástico de Mendoza, también el que como representante de Monzer Al Kazhar hizo levantar a un juez federal de la constitucional siesta provinciana un sábado a la tarde para darle al traficante árabe un pasaporte argentino como residente permanente, y que ante la alternativa del alegato fiscal que ahí estaba en juego lo que hacía 150 años se había puesto sobre el tapete como dilema desde el otro lado de la cordillera, en obvia alusión al Facundo y su autor exiliado en Chile, es decir, civilización o barbarie, el justicialista defensor de los barras imputados por la miniguerra del Puente del Desaguadero, en febrero de 1993, recogió el guante y dijo que efectivamente ése era el dilema era tal cual lo había presentado su colega del Ministerio Público, pero que la civilización estaba allí, señalando los bancos de sus defendidos. Cinco años después, al contemplar por tevé, en su casa de Londres, cómo un trajeado, atildado y flemático vecino suyo le pateaba la cabeza en el suelo a un marroquí, después de la disputa de un partido en Marsella por el Mundial 98 que se jugó en Francia, Mario Vargas Llosa incursionaba otra vez en el fútbol, daba por sentado que hay una violencia propia ínsita en él y que esta nueva fase del capitalismo había generado como resultado una civilización bárbara o una barbarie civilizada, como se quiera, el orden de los factores tampoco altera el producto, siempre a libre opción del consumidor.

NOSOTROS versus EL RESTO DE LA NADA

La multiplicación virtual. Tanto para los deportes como para los delitos.


OTRA VEZ LO SINIESTRO

Una observación irrefutable a todas luces. Lo de la violencia propia del fútbol el autor de esta bitácora lo venía sosteniendo solitariamente desde 1982 y no es un terreno donde lo válido se asiente en primicia alguna o cosa parecida. Es o no válido, cualquiera fuese el año que fuese o quién lo dijo primero. Y también que particularmente en Argentina tuvieron su ariete, sus adelantados y vanguardia desde fines de los ’50, a las barras profesionalizadas generadas, militarizadas y protegidas desde arriba. ¿U otra cosa había querido significar el abogado del terrorista y traficante de armas sirio, radicado en España e íntimo del entorno familiar del menemismo?

A la misma hora de la noche del jueves 10 de junio del 2004, en un Monumental casi a oscuras, en una de las cabeceras una pantalla gigante de tevé, en la de enfrente la barra brava denominada Los Borrachos del Tablón, los socios vitalicios, los abonados a plateas, el público común, saludaba virtualmente la entrada del equipo con papelitos y gritos de aliento, cantitos muy sentidos y alusivos para la mitad más uno de Bolivia y Paraguay, como también para los destinos a los antepasados de las autoridades respectivas de ese adefesio mutilante, pero lo mismo durante 90’ sufrieron y putearon a más no poder como es de práctica en cualquier tribuna del mundo de lo real. Ajenos por completos a la insensibilidad del objeto al que se dirigían, pidieron el cambio de frente hacia el marcador que se proyectaba por la otra punta, ululaban por el cabezazo errado por centímetros, denigraban al DT porque se tardaba demasiado en el cambio táctico requerido y necesario. En otros términos, se dirigieron a interlocutores bastante peculiares: el Cielo y ellos mismos, sólo que intermediados por la virtualidad de una imagen retransmitida punto a punto.
Como analogías no muy elegantes para los fruncidos de siempre, en el colmo de los colmos, algo así una orgía con muñecos inflables de ambos sexos o una masturbación con guantes de látex para no correr el riesgo de un autoembarazo no programado o, en su defecto, un no deseado autocontagio riesgoso. Desde el punto de vista del fútbol como ceremonia/acontecimiento, tal como la denomina el español Vicente Verdú, le pusieron una pata ortopédica al ritualismo simbolizado de las largas marchas en busca de mejor fortuna o reencuentro con los suyos iniciado en la vieja Grecia y que supo traspasar períodos históricos, sistemas sociales y trastocamientos culturales por su pesada carga de valores tan sencillos como significativos y primarios.

NADA SE PIERDE; TODO SE REPROCESA

                                                    ¡Qué sería de nosotros sin Héctor Ricardo!

AHORA LE TOCA AL VECINO
A la semana siguiente, tal vez por aquello que la ley pareja no es rigurosa, la ablación tuvo lugar en el Monumental y la parcialidad zeneize se amontó en la Bombonera, en las mismas condiciones, pero a hacerle el aguante a otra pantalla gigante. Dato para nada aleatorio, Canal 13, del multimedios Clarín, a la cabeza del 75% de la información con sostén electrónico del país, con exclusividad para todos los partidos de la transmisión en vivo y en directo del club de la ribera fuera del torneo local, llegó a una marca tampoco nunca igualada, ni siquiera en trasmisión de mundiales: casi 60% de raiting. No se necesita ser economista ni publicista para sospechar a cuánto cotizó el segundo de publicidad.

Pero calma, que esta vez no fuimos para nada originales ni pioneros. Fue también otro 50%, pero del partido fantasma, como se lo llamó, cuando por la Copa Europea, en 1987, el Real Madrid y el Nápoles jugaron a cancha vacía, sólo con el ojo de las cámaras, debido a las duras sanciones tomadas contra los merengues por lo que había sucedido en una tenida anterior. “Aquí tenemos una clase de adelanto, quirúrgicamente exacto, de los acontecimientos de nuestro futuro: acontecimientos tan mínimos que no pueden aparecer en absoluto [como no sea] junto con su máximo agrandamiento en las pantallas”, ya había comentado el francés Jean Braudillard en un trabajo cuya traducción más aproximada podría ser La trasparencia del mal (o de la perversidad, si prefiere sesgar la polisemia del original).

La red de cable extendida en el país sobre el modelo del tendido colonial de los ferrocarriles ingleses no estaba tan muerto como se creía. De semejante evisceración la Patria Financiera dejó los postes para que al poco tiempo se montara a bajo costo la nueva telaraña de enlace. La microelectrónica la resucitó con los coaxiles de la tevé cable, codificada para fútbol y sexo, significando el precio aparte por semejantes entretenimientos para la pasividad visual, universalizando de entrecasa la globalización externa, y fueron los más beneficiados. Por primera vez en casi dos siglos de postergaciones, los argentinos desperdigados por el mapa podían ser los únicos privilegiados en no ser perjudicados por el cercenamiento que significaba estar tan lejos de Dios como de Buenos Aires, esto es, el mundo, y disfrutar en pleno, aunque sea a través de los rayos catódicos, la totalidad del hecho como siempre les fue presentado en su condición de provincianos, esto es, argentinos de 2ª categoría. Los bolicheros de amplio espectro, los bares y locales ya especialmente montados, por lo menos hicieron su agosto.
Algo es algo, se pensó sin calcular ni hacer el intento en lo que se podía venir, como fue el renacimiento del pasado con un envase reprocesado.

martes, 11 de noviembre de 2008

TODOS LOS MAPAS EN UN SILLON

CHAU, FRONTERAS, CHAU

Desde 1986, cuando desde el Mundial de México entró a tallar en estos extramuros del planeta el Imperio de la Microelectrónica y entre nosotros quedaron los dos primeros muertos, que tendrían que haber sido justamente los que hicieran sonar la alarma, dio comienzo un nuevo fenómeno que hasta ahora se puede empezar a describir, intentar sacar alguna conclusión, mascullar improperios en cantidades, pero cuya proyección está todavía fuera de todo cálculo, aun fuera del alcance de los futurólogos más sensibles, como es qué destino le espera a una actividad que oficialmente desde 1867 le viene devanando los sesos a más de uno por ser el fenómeno más singular de la cultura de masas de la modernidad, causando la muerte de cientos de espectadores en todo el mundo y llenando las cuentas de banco de unos pocos con sede en las grandes metrópolis. Por lo pronto, el paraguayo Carlos Avila, alma mater y autor del puntapié inicial de Torneos y Competencias (TyC), dueña del fútbol argentino por contrato hasta el 2014, ya hace un tiempo que vaticinó que había que dejar de levantar estadios y empezar a construir sets de tevé. ¿Una blufeada típica del póquer? No; apenas si una referencia tardía: “El motivo por el que se debe eliminar al público [de los estadios es] para asegurar que el único acontecimiento que ocurra sea estrictamente televisivo por naturaleza”, delineó también Braudillard en el mismo trabajo ya citado.

Para tratar de no recaer en la tentadora práctica de describir y no definir, a pesar de que se va a tratar de ir avanzando en cada uno de los términos y aspectos de un fenómeno que no es sencillo, ni lineal, y mucho menos fácil de apresar, como hincha o hinchada virtual se puede significar a aquel o aquellos que tras un primer alejamiento ilusorio del acontecimiento, como es ser espectadores desde una tribuna, esto es, un paradojal protagonista pasivo, pasa a ocupar físicamente una posición mucho más relegada, más que eso intermediada, alejándose notablemente también en lo físico, pero con el agregado de que la flamante paradoja de los adelantos tecnológicos constantes y los despliegues cada vez mayores de la espectacularización lo ponen más ilusoriamente en la solitaria intimidad de lo presenciado, de lo protagonizado sensorialmente, y no con la ilusión de participar en el resultado final de la tragedia escenificada, como adelantó a principios de los ’70 el también francés Bernard Jeu. Por ejemplo, durante más de un siglo, el espectador común se tuvo que conformar con la duda o discusión eterna si un gol fue cometido o no de manera lícita. Hoy cuenta con el replay y el TeleBeam. Mucho antes de la sacralidad de la salida de los colores amados a la cancha, en rigurosa fila india, capitán al frente, levantada de brazos para todos, después carrerita hasta donde están las tropas propias y saludo especial hasta con aplausos, a partir de entonces puede fisgonear en lo que previamente se dicen, todos abrazados, enunciando las secretas conjuras cabuleras necesarias para aventar lo azaroso y que nada obstaculice el derrotero no siempre seguro hacia el triunfo. Presencian los movimientos de elongación. Disfrutan hasta el hartazgo lo que todos repiten en un mismo casete sobre lo que está a punto de acaecer. Ahora, aunque en cierto sentido los pretendidos adelantos lo hayan distanciado, en otro ilusoriamente lo ponen a nivel sensorial mucho más cerca del protagonismo, sólo que sin capacidad de decisión y, en este caso, justamente, remarcando de manera tácita su total incapacidad en la materia por multiplicarle de manera casi maravillosa sus condiciones de espectador y rellenarle el hueco ampliado con una cantidad indigesta de información aleatoria, tan fútil como fugaz, y más al cuete que nunca. O sea, lo lleva más que nunca a la condición sin retorno de brillante erudito de la pasividad activa.

Otro de los atrayentes anzuelos con lucecitas de colores, como se decía antes, proviene de las enunciaciones o ganchas de marketing, para usar jerga fashion de los posmoder. Se trata de las dichosas burbujas, una nomenclatura suave, socialmente potable, para no caer en la grosería de lo zafio y mucho más expresivo de Nube de Pedos. El productivismo a todo trance para saciar apetitos inexistentes, en engloban pancitas chiflando, como la de los chicos desnutridos, los novedosos minicampeonatos craneados por Grondona & Co. se desdoblan de jueves a lunes, todos los días, casi todas las divisiones, con la acuciante alternativa que montados sobre una falsedad total que está incursa en la estafa intelectual con todas las patas, los papanatas a sueldo de la tevé anuncian que el viernes San Lorenzo ha alcanzado la punta, el sábado son tres los que van al frente, el domingo queda Boca y difícil que el lunes haya otra alteración.

Una alternativa ya instalada desde lo virtual, pero aceptada desde lo real como un engaño necesario, se encuentra en la existencia de los equipos de los viernes, de los sábados y de los domingos. Esto quiere decir aquellos que por decidión del Dedo de Dios de la AFA, dirigido por su libretista contratado con oficinas en la central de TyC de San Telmo, están eternamente designados a jugar esos días por tevé cable común o codificada, según el raiting o según los privilegios para paliarles los déficits crónicos de caja. A esto se debe agregar que el goteo que sufren las fechas respectivas hayan encontrado un sesudo resquicio informativo, por supuesto especulativo racional hasta el hartazgo, para tener alguna pavada más para decir y cualquier incauto se encuentre con que el viernes puntea un equipo u otro le echa aliento en la nuca a un punto, el sábado trastorna otras vez transitoriamente la tabla y por fin el domingo a última hora se tiene lo que antes de la tevé se sabía sin etapas los domingos a las 17:30 por radio. El campeonato ordinario, común, deportivo, ha dejado paso a un caleidoscopio que azuza esperanzas o desengaños con unas pocas horas de vida.

Aunque se trate de otra disciplina ajena al fútbol, ranciamente oligarca en su origen hasta que con el Proceso y Guillermo Vilas alcanzó un boom de popularización, el tenis ha sabido encontrar una curiosa variante en el circuito comunicacional de lo espectacular que no se puede si no dejar por lo menos anotado. Desde hace dos años, máxime con la participación de argentinos que llegan a instancias finales de los clásicos del Gran Slam, tipo Roland Garrós o Wimbledon, el US Open, etc., que aparte de la televisación de todo el espectáculo deportivo en sí, planos de detalles cuando en los descansos los tenistas toman agua mineral o se secan la traspiración, más algún que otro tic maniático o cabulero, al final por lo común una reportera lo suficientemente bien dotada de físico para la imagen, reportea al triunfador con los lugares comunes y banalidades de práctica, las que son respondidas de la misma forma para caballerescamente no hacerlas quedar mal, pero todo esto tiene una particularidad bien especial que hay que resaltar. Cámara abierta y micrófono en mano, los dialogantes no sólo lo hacen para los millones de telespectadores diseminados por el planeta, sino que la imagen y el sonido sale por un pantalla gigante instalada en alguna parte del court, con lo cual, aparte de las gentilezas demagógicas del entrevistado hacia los presentes y las réplicas alborozadas de éstos devolviendo las cortesías, este apósito ha pasado a formar parte de la lid en sí y lo virtual involucra no ya la identificación del telespectador con el superhéroe que acaba de ganar un trofeo y una suma supermillonaria en dólares, sino también con la esmirriada cantidad de público que contienen esos pequeños estadios comparados con las moles de hormigón armado del fútbol y donde el privilegio de haber comprado un abono en lugares preferenciales oscila, por lo común, entre los 3 y 5 mil dólares.

La final de la Copa Davis 2008 que todavía se está disputando en Mar del Plata mientras se edita esta bitácora ha agregado a este plus, copiando directamente de lo más decadente y aberrante en que ha derrapado el boxeo mundial actual, una cámara que registra la salida de los dos planteles, con el protagonista y el capitán al frente, los suplentes más atrás, un representativo atrás del otro, hacia el court, ceremonia insípida y anodina, salvo alguna que otra mirada de reojo incontrolable del cholulo enfundado en el buzo con los colores nacionales respectivos, que es prolijamente narrada por la cronista, no vaya a ser cosa que algún opa televidente no se dé cuenta de lo que está viendo.

Ambas intrascendencias, tanto la salida como la entrevista final con público, se agregan no con el fin para nada propuesto de poderle agregar algo a la información del telespectador, sino como una demostración del inútil poderío de la microelectrónica para supuestamente entrometerse en todos los meandros. Más de un bochinche doméstico en estos dominios ha quedado fuera de cámaras lejanas o ediciones pudorosas que procedieron a su borrado, como luego lo han demostrado por escrito las crónicas gráficas.

La aplicación sistemática de semejantes aberraciones con, cuando mucho, 48 horas de duración, tienen su mercado. Si no, no lo harían. Ser un dios de papel maché aunque sea por un ratito reconforta almas tullidas. Además, lo dice la tele, salió en la tele, algo que lo convierte en una verdad científica inapelable que se desmorona al otro día con otro resultado de otro partido dirigido por un árbitro también elegido por el Dedo de Dios de Viamonte al 1300, según ande el Merval interno del negocio. En el interin, horas y horas de conversaciones y comentarios hueros de periodistas especializados que encima se quieren hacer los graciosos, rellenan estas especulaciones con presuntos algoritmos intelectuales de las combinaciones sobre qué va a pasar si gaña Ñuls y empata San Martín de Tucumán, porque también puede darse que pierda Tigre y gane River con viento a favor y alguna otra conjura estelar, un intringulis angustiante que debe dejar a más de uno de cama con un caldo espeso de Lexotanil.

Es que siempre, en todas las conclusiones después de haber agotado la mollera, este campeonato está para cualquiera como ningún otro y al igual que una novela tradicional de suspenso, la verdad se va a develar en la última fecha, ojalá, así siguen currando hasta el último minuto.

"CONTEMPLANDO COMO SE PASA LA VIDA..."

¿No fue mano del replay?

TODO SEA VALIDO CON TAL DE NO PENSAR EN LA MORTALIDAD INEVITABLE

En otros términos, más accesibles para el futbolero, a cambio de restarle algo tan vital como las bonanzas o inclemencias del clima y el aire libre, lo atiborra de un inútil confort en el aislamiento total. Para no caer en lo majadero y repetitivo más que lo imprescindible, bajo ningún aspecto se puede perder de vista que ya aproximarse a un tema como el fútbol es acercarse a virtudes y desdichas de lo metropolitano, como sentenciaran a coro por los ’30 Ezequiel Martínez Estrada apoyándose en Lewis Munford, que estamos en los que algunos han catalogado como deportes de paisaje, que por lo tanto no se puede escapar de lo geográfico y de lo urbanístico, como también algo tan trillado como que “la moda por la palabra espacio [...] expresa [...] no sólo los temas que frecuenta la era contemporánea, sino también la abstracción que los corroe y amenaza”, certificó el inglés John Bale en un trabajo sobre el futuro paisaje del fútbol, justamente también a fines de los ’90. Y por acá es donde los nichos part time que los japoneses usan para dormir plácida, cómoda y, sobre todo, muy económicamente una noche, pueden tornarse no tan antipáticos y entrar a parecerse a la cámara de Luis XIV en el Palacio de Versalles. La imaginación jamás careció de límites ni necesita de estimulantes. La contracción de los espacios vitales con el estiramiento de la expectativa de vida promedio, dados los adelantos científicos y tecnológicos, ya contiene unos algoritmos y una alquimia que se las trae.
La cruel obstinación de los hechos a la que suelen apelar los sajones como pragmático principio filosófico marcan claramente que el fútbol no se ha escapado de la avasallante virtualidad que viene trastocando la vida cotidiana, particularmente en las grandes concentraciones urbanas, pero exportando y contagiando de sus pautas culturales hasta las rurales más remotas, rompiendo fronteras y límites de todo tipo. Es más: fue uno de los que hizo punta. Y con la proverbial capacidad de sobreadaptación de los argentinos, sin esperar filípicas teóricas y sesudas, se ha generado una actividad y fenómeno en torno a esta nueva imposición, sobre todo reforzada por la atrocidad de una crisis económica inclemente con que se debutó en el nuevo siglo y que no tan paradójicamente hizo retornar a los bares a todos los desposeídos que en los ‘50 no tenían para comprar uno de aquellos armatostes en ByN con lámparas que calentaban como una estufa y gastaban electricidad como veinte. Ahora, aquellos parias culturales de la modernidad han sido reprocesados en sobrevivientes que si apenas les alcanza para vivir, menos van a tener para pagar el codificado de los partidos especiales en fixtures arreglados a dedo, un bonus track agregado al abono del cable. A punto tal que en villas miserias o barrios precarios, colgados clandestinamente o con lo insólito de la parabólica de DirectTV, los felices poseedores off the record de los adelantos de la tecnología de punta lo han convertido en un medio para pucherear este nuevo estilo de vida que tiene expectativas ciertas nada más que por un ratito.

Ahora bien; el pintoresquismo en un país que es el Reino del Rebusque genera formas particulares de convivencia y nuevas formas de apreciación del fenómeno fútbol que no pueden ni deben ser dejadas de lado. Sobre todo cuando ya las repercusiones y alcances de lo que parecía superfluo y doméstico, siempre ocasionales, cosa de deslindar responsabilidades y culpas, van bordeando la treintena de víctimas fatales y hasta tiene su propio clon de la Puerta 12, como se verá casi al final. Además, con peculiaridades como un superclásico de octubre de 1997 que dejó en Rosario y Mar del Plata un saldo de tres muertos mientras que en Buenos Aires, en la arena física, real, para dirimir el entuerto a estadio lleno, no se tiraron ni una piedrita, apenas sin intercambiaron las injurias, descalificaciones y amenazas de exterminio mutuo que son parte obligada del ritual futbolero. Otro tanto ocurriría tres años después para despedir como se debe al siglo XX.