martes, 11 de noviembre de 2008

"CONTEMPLANDO COMO SE PASA LA VIDA..."

¿No fue mano del replay?

TODO SEA VALIDO CON TAL DE NO PENSAR EN LA MORTALIDAD INEVITABLE

En otros términos, más accesibles para el futbolero, a cambio de restarle algo tan vital como las bonanzas o inclemencias del clima y el aire libre, lo atiborra de un inútil confort en el aislamiento total. Para no caer en lo majadero y repetitivo más que lo imprescindible, bajo ningún aspecto se puede perder de vista que ya aproximarse a un tema como el fútbol es acercarse a virtudes y desdichas de lo metropolitano, como sentenciaran a coro por los ’30 Ezequiel Martínez Estrada apoyándose en Lewis Munford, que estamos en los que algunos han catalogado como deportes de paisaje, que por lo tanto no se puede escapar de lo geográfico y de lo urbanístico, como también algo tan trillado como que “la moda por la palabra espacio [...] expresa [...] no sólo los temas que frecuenta la era contemporánea, sino también la abstracción que los corroe y amenaza”, certificó el inglés John Bale en un trabajo sobre el futuro paisaje del fútbol, justamente también a fines de los ’90. Y por acá es donde los nichos part time que los japoneses usan para dormir plácida, cómoda y, sobre todo, muy económicamente una noche, pueden tornarse no tan antipáticos y entrar a parecerse a la cámara de Luis XIV en el Palacio de Versalles. La imaginación jamás careció de límites ni necesita de estimulantes. La contracción de los espacios vitales con el estiramiento de la expectativa de vida promedio, dados los adelantos científicos y tecnológicos, ya contiene unos algoritmos y una alquimia que se las trae.
La cruel obstinación de los hechos a la que suelen apelar los sajones como pragmático principio filosófico marcan claramente que el fútbol no se ha escapado de la avasallante virtualidad que viene trastocando la vida cotidiana, particularmente en las grandes concentraciones urbanas, pero exportando y contagiando de sus pautas culturales hasta las rurales más remotas, rompiendo fronteras y límites de todo tipo. Es más: fue uno de los que hizo punta. Y con la proverbial capacidad de sobreadaptación de los argentinos, sin esperar filípicas teóricas y sesudas, se ha generado una actividad y fenómeno en torno a esta nueva imposición, sobre todo reforzada por la atrocidad de una crisis económica inclemente con que se debutó en el nuevo siglo y que no tan paradójicamente hizo retornar a los bares a todos los desposeídos que en los ‘50 no tenían para comprar uno de aquellos armatostes en ByN con lámparas que calentaban como una estufa y gastaban electricidad como veinte. Ahora, aquellos parias culturales de la modernidad han sido reprocesados en sobrevivientes que si apenas les alcanza para vivir, menos van a tener para pagar el codificado de los partidos especiales en fixtures arreglados a dedo, un bonus track agregado al abono del cable. A punto tal que en villas miserias o barrios precarios, colgados clandestinamente o con lo insólito de la parabólica de DirectTV, los felices poseedores off the record de los adelantos de la tecnología de punta lo han convertido en un medio para pucherear este nuevo estilo de vida que tiene expectativas ciertas nada más que por un ratito.

Ahora bien; el pintoresquismo en un país que es el Reino del Rebusque genera formas particulares de convivencia y nuevas formas de apreciación del fenómeno fútbol que no pueden ni deben ser dejadas de lado. Sobre todo cuando ya las repercusiones y alcances de lo que parecía superfluo y doméstico, siempre ocasionales, cosa de deslindar responsabilidades y culpas, van bordeando la treintena de víctimas fatales y hasta tiene su propio clon de la Puerta 12, como se verá casi al final. Además, con peculiaridades como un superclásico de octubre de 1997 que dejó en Rosario y Mar del Plata un saldo de tres muertos mientras que en Buenos Aires, en la arena física, real, para dirimir el entuerto a estadio lleno, no se tiraron ni una piedrita, apenas sin intercambiaron las injurias, descalificaciones y amenazas de exterminio mutuo que son parte obligada del ritual futbolero. Otro tanto ocurriría tres años después para despedir como se debe al siglo XX.

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