domingo, 9 de noviembre de 2008

LA CAJA IDIOTA COMPLETA LA TAREA

Cualquier comentario es redundante y al cuete.

¡NENA, ANDA A BUSCAR LA MUERTE AL ALMACEN!

Pero el hecho sin duda más emblemático, hasta ese momento, por los elementos que entraron en juego, había sido y en cierto modo lo sigue siendo, el asesinato de Romina Méndez, ocurrido en la localidad de Los Toneles, Godoy Cruz, provincia de Mendoza, el domingo 9 de mayo de 1999. Ya era bien entrada la noche cuando fue enviada a hacer un típico mandado para completar la cena que estaba preparando la mamá, un rito más del proceso de socialización femenina en una sociedad tradicional, y quedó en el medio del fuego cruzado de los clones locales de las barras bravas de Boca y River, que acababan de jugar en Buenos Aires, en diferido, con el triunfo de los zeneizes. La muerte fue prácticamente instantánea. Era por entonces la 7ª. víctima fatal de sexo femenino, de a una, no en catástrofes o avalanchas, un hecho inédito en el mundo. Como señala el ya abundantemente citado John Bale, "tirar un ladrillazo a la pantalla de la tevé no tiene efectos en lo que es visto en otras pantallas". Menos que menos balazos y a casi 800 kms. de donde habían sucedido los hechos aparentemente desencadenantes de la disputa a tiros. Como coletazo impensado, probatorio de todo lo que arrastra el fútbol, un estudiante de periodismo deportivo llamó al domicilio del autor de esta bitácora pidiendo una mano para completar un listado de todo tipo de víctimas como parte de la pasantía que estaba haciendo para el matutino La Nación. Como nunca nadie se ha hecho solo, menos nacido, la ley inexorable del camino dice que a nadie se lo deja en la banquina con una rueda pinchada. Más si se trata de un joven y uno todavía se acuerda que no nació grande y las veces que le tiraron cables de todos los grosores. Se le mandó el material por Internet y la réplica fue que el gentil del responsable profesional de la página de Deportes, con más cucardas etéreas que Reservado Gran Campeón de La Rural, dada la autoridad y prestigio en la materia del colega, etc., etc., del zalamerío rastrero de práctica, pedía una columna personal sobre la violencia futbolera, firmada, tantos espacios, etc., a tal hora a más tardar. A la hora de salir la edición, el listado de marras había sido rigurosamente colado de los nombres que pasaron a tal categoría por el celo policial con el arma reglamentaria en la mano, en el epígrafe del listado, como corresponde a la ética profesional, en negrita relumbraba con la colaboración de Amílcar Romero y la columna, que versaba justamente sobre el asesinato de Romina Méndez, brillaba por su ausencia. En su lugar quedó grabado en el contestador automático del domicilio particular una llamada del susodicho profesional pidiendo disculpas por la falta de espacio, algo tan manido que ni aún siendo cierto se usa como excusa porque ya nadie cree en los peces de colores, suena más a provocación y mirá el cachito de poder que tengo para ser hijo de puta un ratito, y que cualquier cosa lo llamara. Jamás se lo hizo. Un mínimo de vergüenza personal lo hubiera obligado por lo menos a dejar sentado pour la galerie que pasara la factura por honorarios y no que había decidido convertirme en otro paje de los que le hacen la corte a Grondona SA. El honor no se vende en las ferreterías, así sean las de Sarandí. Y a propósito del tema un vecino muy conocido del ramo, que a veces atiende en la sucursal que tiene en la caja de la FIFA, dijo de una vez para siempre que “los periodistas siempre están donde está el queso”, y tenía y tiene razón. El, como sucursal, tiene una gruyere muy especial para periodistas, pero fundamentalmente para dirigentes.
Ha quedado así publicado y sacralizado, quedó así escrito aquí y en otros sitios, amén de la edición impresa como cuerpo del delito ¿también virtual? En el futuro, no importa si cercano o lejano, cada uno encontrará lo que sepa y quiera encontrar.

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