martes, 11 de noviembre de 2008

CADA DOS HORAS, UN ENTRETIEMPO

Locos x el Fútbol en pleno fervor virtual.


8 x 5 = 40, TE ESPERO EN EL BAR DONDE DAN EL PARTIDO

Los contornos comerciales, costumbristas y hasta folclóricos a que todo esto ha dado lugar también tiene su miga. Como no podía ser de otra manera se destaca Locos X el Fútbol, en plena Recoleta, Vicente López 2100 casi esquina Uriburu, entre cenizas y bóvedas ilustres y lo más fashion del sector, a la altura donde remodelaron el bulevar convirtiéndole prácticamente en plazoletas, veredas amplias para terrazas, cabeza de una cadena de la que es propietaria TyC. También en Caballito y otros sitios apropiados. Para coronarla, la cadena tiene su anclaje en la vieja Europa. La atención está a cargo de unas beldades con pantaloncitos de fútbol infartantes, muy ajustados, a punto de reventar las costuras, camisetas de todos los clubes, todas con el N° 10 en la espalda, claro, y los días de codificado la consumición mínima y obligatoria unos 8 dólares por barba, según la cotización del día de la fecha, por una hamburguesa y un vaso parafinado de gaseosa, y cuando finaliza el encuentro, se terminó el turno y que pase el que sigue, nada del café metafísico a la antigua como alternativa de la casa propia o de las apretadas piezas de las pensiones.

Las paredes principales del fondo tienen paneles de monitores seriados que configuran dos pantallas gigantes y en los días de jornadas arduas los ex dueños del país pasados a mejor vida ven alterado el sueño eterno por los gritos de gol. Más que obvio, la clientela es selecta y en las conversaciones informales, ya que ni pensar con un periodismo light encarar un chequeo a fondo, la clientela es diferente de movida a la futbolera típica. Con un agregado que no hay que perder de vista, dadas las transformaciones de la Segunda Década Infame: no hace mucho que esos ejemplares dejaron de ser diferentes y les quedan rémoras varias de la alcurnia suburbana, disimulada con ostentación de poder adquisitivo, motocicletas del tamaño de un portaviones que producen un estrépito digno de un ataque nuclear y camionetas todoterreno para los más menesterosos. La ideología reinante, exaltada hasta el paroxismo, es que en el terreno varonil son todos gerentes de algo y empresarios no se entiende muy bien de qué, pero aunque no pueden olvidar su pasado de rioba y hasta son capaces de pucherear en el recuerdo de aquellos presupuestos tan esmirriados. Las escuálidas chicas que los acompañan, prolijamente cuidadas, no son tan exhibicionistas en cuanto a sacar a relucir la prosapia de los árboles sociológicos pero al menor descuido, entre una catilinaria de cursilerías, se descosen abruptamente con una guasada que tampoco deja a dudas de dónde son los cantares bien recientes.

Obviamente más locuaces, ellos, cuando se les saca el tema, el motivo de ir a ahí es el confort, la cercanía geográfica y lo que genéricamente es llamada seguridad y muchas veces no se sabe qué se quiere decir, aunque en este caso alude a robos de pasacasetes, rayados de los vehículos, evitar los intensos sobajeos cuerpo a cuerpo, face to face, para conseguir entradas, así sean plateas caras, escaleras donde se zapatea en el más puro orín, malos tratos de todo tipo. En fin, un estresamiento al cuete y de todos modos, aunque no se la explicite con todas las letras, degradación social aunque sea part time. Y en una vida que han decidido vivir a mil, el factor tiempo: allí se llega diez minutos antes del partido y uno se puede retirar con el primero de los tres fatídicos pitazos finales. El ritual futbolero normal, cara al viento en la cancha, demanda casi toda la tarde, cuando menos.

Tanto los festejos como los lamentos, también los comentarios, son mesurados, sonrientes, no rompen en ningún momento la buena onda, algo que está considerado dentro de las cábalas y el ritual seguido al pie de la letra. Lo que sí los enfervoriza y hasta puede llevarlos al paroxismo son las presentaciones de la selección argentina, particularmente contra Brasil. Llegan hasta ponerse la casaca nacional, vinchas, alguna corneta y plumeritos blanquicelestes. Si hay triunfos, agregarse a la eufórica caravana de los bocinazos que tiene siempre el mismo circuito y termina con la vuelta olímpica virtual al Obelisco. Les recrudece el fervor nacional de lo estentóreo aunque en la vestimenta no tengan nada Industria Argentina y para el veraneo lo más cerca a que aspiran sea Punta del Este y se desviven por Miami. Es más: los que han intentado la aventura de vivir allí para tratar de despegar en grande cuentan con una sonrisa que la saudade era de tal magnitud que todos los argentinos se reunían en los muchos lugares para argentinos, veían el partido y ahí sí festejaban y sentían a lo loco. Es más, en un caso de inusitada sinceridad, se afirmó sin remilgos que aunque pudiera parecer extraño, nunca se había sentido tan argentino con esa ocasión, lejos de la tierra, con una banderita, viendo a la selección por la tele.

No hay comentarios: