martes, 11 de noviembre de 2008

SUPERCLASICOS SON LOS REMOTOS EN EL BAR

¡Qué genialidad, loco! ¡Impresionante! ¡No hay nada igual!

¡A CASITA QUE LLUEVE!
De retorno a Sudamérica, el dato meramente estadístico entre nosotros es que desde el ´86 para acá, que es cuando da comienzo el reinado de lo que luego se va a empezar a llamar Fútbol Virtual vía tevé cable, las muertes remotas se apuntan con algo más de una de víctima mortal por año. Al día de la fecha que esto se pone en línea, supera con comodidad el 10% del total de víctimas de la violencia futbolera desde 1958, cuyo primer asesinato impune acaba de cumplir para nada gloriosamente su primer medio siglo de vida. Ver bitácora sobre el particular. Valga la perogrullada, no mata ni engorda, pero es un dato, aunque sea meramente estadístico porque nuestros cientistas sociales, amén de no contar con presupuesto ni para tomar el colectivo, están ocupados en ponerse al día con la última bibliografía de las metrópolis de turno. La euforia bostera de quedarse con más de un torneo en el fraccionamiento de éstos que el hipermercantilismo ha inventado para expoliar más a todo tipo de consumidor, tuvo a su cargo despedir el siglo a toda orquesta, los domingos 25 de octubre de 1997 y 17 de diciembre del 2000, con tres (3) muertes remotas o virtuales cada uno, hasta entonces la mayor cifra parcial en una sola jornada, dejando de lado las dos catástrofes del Monumental y el doble homicidio de abril de 1994, en Parque Lezama, después de un superclásico.

Algunas horas de trato con deudos varios puede llevar a la sospecha que si bien el dolor hondo, particularmente de los padres, irreparable de por vida, es igual en todos, con la consabida fórmula de Sigmund Freud que el aparto psíquico humano está preparado para soportar la ley natural de la muerte de los padres, no la antinatural inversa, hay algo en los que pierden a un ser querido por un partido de fútbol, durante los prolegómenos o en los festejos/frustración del postre, da lo mismo, durante ese trato surgen algunos sesgos en la culpa, en la elaboración del duelo, que los distingue de los otros. Para dar un ejemplo tristemente a mano, no resulta igual la elaboración en la madre de un desaparecido durante la Guerra Sucia o en la de un delincuente volteado en los tan frecuentes espaldamientos (perdón por el barbarismo, pero enfrentamiento deviene de los que se encuentran de frente, cosa que no suele ocurrir con frecuencia entre los que representan a la ley y los que la están violando). También especulativamente no es disparatado suponer que tiene que ver (¡otra vez!) con lo lúdico con que el fútbol tiñe a todo, con que futboliza todo, por un lado, y por el otro con que el hecho se produjo en ocasión de tener como objetivo entretenerse, pasar un momento agradable, la necesidad más escandalosa que tenemos los humanos, al decir del ya varias veces citado Verdú, y que tiene que ver con distraernos lo más posible de nuestra inevitable mortalidad.

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