domingo, 9 de noviembre de 2008

UNA FOTO MUCHO MAS QUE MIL PALABRAS

El micro de Turismo Godoy muestra los estragos sufridos, pero también que terminó sobre la banquina contraria, donde fue a parar en la maniobra desesperada y final de esquivar al zigzaguente semirremolque por izquierda. El topetazo fue con los dos de contramano.



¿LA PUERTA 12 EN LA RUTA 11?

“El sombrío error de manejo de un camionero provocó un desastre”, comenzaba el informe de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe, basándose en el respectivo informe del matutino La Capital de Rosario. Sucedió pasadas las 22:00 del domingo 8 de octubre del 2006, en el llamado Paraje 213, cerca de Margarita, departamento de Vera, sobre la dichosa Ruta Nacional 11.

El saldo final fue de 12 muertos, 9 de ellos entre 16 y 18 años, y tres adultos entre los que se encontraba una docente que iba en el micro y el chofer y el changarín del camión cargado con varias toneladas de cueros. Nada desgraciadamente nuevo en apariencia; sólo para agregar a la estadística tétrica del AutoExtermino Argentino, con un promedio hace más de un cuarto de siglo de entre 25 y 29 muertes diarias, entre 5 y 9 mil millones de dólares de costo social anual y la causa de mayor mortandad infantil, muy por encina de las diarreas estivales y otros achaques endémicos conocidos, con especial énfasis en sacar de este mundo a jóvenes de entre 25 y 28 años, no pocos de ellos en la viril práctica de picadas en arterias de uso público, total la policía siempre tiene la excusa de estar mal equipada o no tener personal suficiente. En verdadero y creciente culto a las estadísticas, la mayoría de ellas al cuete y como manifestación de la vaciedad, hay una que jamás se ha hecho y que por lo menos debería producir escalofríos. Si con la calculadora que trae el sistema operativo de la máquina se multiplica por 25 tanto la cantidad de muertos como el costo social aproximado, se va a arribar, solamente en lo cuantitativo, se recalca para evitar lo pegajoso de los amigos progres de la Política cCorrecta y el Pensamiento Impoluto, solamente en lo cuantitativo, que desde la recuperación institucional en 1983 a la fecha, el AutoExterminio Argentino ha producido en bajas humanas más de seis (6) Procesos de Reorganización Nacional, siempre particularmente infantes, niños, preadolescentes y jóvenes, pero en dinero contante y sonante 1,5 de otra Deuda Externa. Por supuesto, se puede seguir y mejorar holgadamente con otros guarismos más contundentes, sobre todo más melodramáticos, siempre y cuando nos pongan al tope de cualquier podio mundial, y si se quiere compararlos, v.gr., con los de la Segunda Guerra Mundial, Irak, Vietnam, etc., los números son como la Ley Martinfierrista: no ofenden a quienes los manejan. Eso sí, basta de ocultamientos y de practicar como deporte de alta competitividad el llorar sobre la leche derramada.

La Ruta Nacional 11, también conocida como Juan de Garay, creada por un decreto del gobierno militar del GOU en 1944, recorre desde Rosario hasta el puente internacional San Ignacio de Loyola, a la altura de Clorinda, Formosa, que une Argentina-Paraguay a través de más de 980 kms. de asfalto de dos manos, y últimamente se la ha rebautizada la Ruta del Mercosur. Se le podría poner también algo más macabro: dado el incemento de tránsito de mastodontes con habitáculos de varios pisos, tipo superpetroleros sobre ruedas duales, es un lúgubre convite a cualquier tipo de tragedia.

Y, de hecho, cuenta con una currícula abundante al respecto.

Pero antes de seguir con detalles para nada auspiciosos hay que detenerse, aunque sea una vez, en lo que se dice desde el conocimiento, desde lo que ya se sabe y se tendría que tomar en cuenta, algo que en este país, por nuestra proverbial modestia, jamás se hace. A fines de los ´70, en un trabajo para el grupo interdisiciplinario del grupo Defensa Civil del Peatón, que lideraba el abogado civilista Juan Carlos Fairstein, el psicoanalista Abel Martín señaló que un choque de frente no es un accidente, sino por lo menos un mecanismo inconciente de homicidio-suicidio.

Para no perder el tono futbolero, lo ocurrido esa noche en el Paraje 213 nació chivo y a varios centenares de kilómetros en sí y también a unos cuantos centenares de Buenos Aires. Primero que nada porque lo que el ombudsman santafesino califica de sombrío error (¿?), haciéndose eco de un viejo matutino rosarino, puede tranquilamente formar parte del eslabón perdido si no estuviéramos en la Argentina: resulta imposible, teóricamente, que un micro de dos pisos y un camión semirremolque choquen de frente cuando con una sideral distancia y también diferencia horaria salieron con el mismo sentido norte-sur, es decir, hacia Buenos Aires.

Resulta más que obvio que uno de los dos, en este caso el que transportaba varias toneladas de cuero, tiene que haber doblado en U. Lo que fue hundido en el misterio, dada la muerte instantánea del chofer y su acompañante, es el motivo exacto para tamaña maniobra y la inversión del rumbo marcado en la hoja de ruta y en las órdenes patronales. No tanto de esa maniobra, sino por qué no fueron hacia la banquina o buscaron una estación de servicio para estacionar. Las combinaciones en el aire, máxime de las motivaciones de la conducta humana, pueden llegar a ser infinitas. Otros datos de la realidad es que la patronal los había munido de un teléfono celular que ya habían usado en ocasión de trastornos mecánicos varios, pero que ese día, en las llamada del changarían a su cuñada, en Reconquista, a las 16:00, cuando se detienen, y a las 21:00, cuando pegan la vuelta porque el chofer se siente mal, no lo usaron. Se ve que lo hicieron desde un locutorio común y silvestre, ya que no se dio a conocer que se registraran oficialmente rastreos de llamadas.

Hay que ir a los hechos. O, más aún, a las huellas constatables que éstos solamente dejan siempre del hecho principal. Y hay que tratar de ser lo más minuciosos posible. El micro de dos pisos de Turismo Godoy, con sede física en Corrientes, partió de Quitilipi, Chaco, a las 17:00, con un total de 53 personas a bordo, llevaba hechos 446 kms. en cinco horas de viaje cuando el semirremolque le dio sesgado de frente, a la altura del llamado Paraje 213, es decir, había hecho el trayecto a un promedio de casi 90 kms/h, lo que indica tramos a 110 y 120, sobre todo en el principio, hasta Resistencia, donde hay una ruta que viene de Sáenz Peña con cuatro manos. Le faltaban 12 horas para arribar al destino que nunca llegó, el Colegio Privado Ecos en la barriada porteña de Villa Crespo, de donde habían salido tres días antes para unas jornadas ya tradicionales de trabajo solidario en una escuelita rural chaqueña, lo que da un promedio de casi 60 kms/h para los 704 kms. restantes, si es que no paraban a desayunar por lo menos, difícil tamaño sistema de catering en estos cruceros, pero a partir de Santa Fe está la autopista que pasa por Rosario y empalma con la Panamericana, la que permite una marcha crucero de 90 y hasta 100 kms./h.

Del semirremolque del Expreso Sarita, de Reconquista, Santa Fe, se sabe que arrancó de esta ciudad en una hora incierta entre el mediodía y las 14:00, con destino el puerto de Buenos Aires. Al volante iba Angel Soto, de 28 años, casado, con una nena de dos años, trabajador en negro porque estaba “a prueba” (sic, y la información hecha pública varía de entre 6 meses a 2 años en esa condición), y de acompañante Hugo Albercht, de 24, casado, la mujer recién embarazada, changarín destinado a ayudar en la carga y descarga de la mercadería, cambiar una goma, etc., pero no manejo del vehículo de carga. De movida, este cuadro con 770 kms. de recorrido para un solo hombre con por lo menos dos paradas para trasegarse algún alimento, refrescos, estirar la piernas y otras necesidades fisiológicas parece querer acercarse más a la categoría tarzanada o superexplotación que a lo normal, común, corriente y aconsejable. Sobre todo en una ruta espantosa, como la 11, cargada de tránsito pesado, banquina angosta y no siempre en buenas condiciones, a la que las bondades emparchadoras de Vialidad Nacional, para drenar el agua de las lluvias, le ha agregado un zanjón ancho y con la profundidad necesaria como para que cualquier vehículo, máxime uno pesado, por lo menos se lo ponga de sombrero y quede como la tortuga Manuelita.

El Defensor del Pueblo santafesino, La Capital rosarina y particularmente el informe de Carlos Rodríguez en Página/12 (martes 10, octubre, 2008), aseguran sin vuelta de hojas que Soto y Albrecht pararon en el camino, al parecer en una estación de servicio de Vera, sobre la Ruta 11, a 166 kms. del punto de partida original, a mirar el superclásico River 3-Boca 1 por cable cofidificado. Eso fue alrededor de las 16:00, cuando todavía faltaba una hora para que el micro con adolescentes del colegio privado de Buenos Aires empezara su recorrido. Pero ahí habría comenzado la estiba de birras del camionero, hincha de Boca, y muy probablemente su acompañante, una costumbre más vieja que andar a pie y que el fútbol virtual ha multiplicado. La alcoholemia en sangre, unas cuantas horas después de terminado el partido, cuando ya había invertido la marcha y era un peligro público zigzagueando de banquina a banquina, dio 1,65, más del triple de lo tolerado como máximo. Y a la hora del topetazo hay que agregarle lo que tardaron los bomberos de Vera con las amoladoras para sacar los cuerpos despedazados dentro del habitáculo del Fiat Iveco, ya que la trompa se acordoneó contra la caja y sus muertes fueron instantáneas, y trasladaron los cuerpos en una bolsa de plástico negra que fue depositada en la morgue para la correspondiente autopsia.

Un estimativo razonable podría indicar que en el momento del feroz encontronazo ese índice puede haber sido aún mayor.

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