martes, 11 de noviembre de 2008

¿EN QUE QUEDAMOS? ¿HISTORIA O PORVENIR?

Locos x el Fútbol en su sucursal madrileña. Se acabaron las fronteras.

EL VACIAMIENTO, LA BRONCA Y LOS DESMANES VIAJAN EN TREN

Todo eso hace tiempo que se hizo más o menos trizas. ¿Por qué no hacer añicos o prenderle fuego al sostén físico que fue el encargado de consagrar definitivamente el destierro o autoexilio en la propia patria? Ahora posiblemente sea el momento de poner en la pantalla tan virtual como Internet, vaya la paradoja, la cita textual y completa del autor al que más arriba se hizo referencia de manera repetida en el que quizá sea, desde el punto de vista teórico, su aporte de mayor envergadura entre los muchos que hizo:


Borocotó y Borges participan, cada uno a su manera y en su ámbito literario específico, del debate sobre lo nacional y popular. Aceptan que lo nacional tiene que ver con la pampa y con una cierta zona de la ciudad de Buenos Aires. Desde esta perspectiva el territorio de lo nacional aparece circunscrito a Buenos Aires y sus alrededores, o sea la pampa húmeda, ya que Buenos Aires puede ser correctamente concebida como la capital de la pampa húmeda (y sólo posteriormente del país). El mundo social del tango y del fútbol va a definir desde la perspectiva de lo popular campos culturales desde donde el mundo masculino producirá sus imágenes, sus ritos y sus héroes. Los grandes clubes de fútbol de Buenos Aires han de convertirse en clubes nacionales, y esto a pesar de la tradición futbolística de las ciudades de Rosario y La Plata. Un club grande de Buenos Aires, Boca Juniors o River Plate, pertenece a la Nación, es una suerte de patrimonio nacional, mientras que los clubes importantes de otras ciudades, Rosario Central o Estudiantes de La Plata, serán percibidos como clubes de provincia. Es altamente probable y deseable ser hincha de River Plate y vivir en La Quiaca. Mucho más raro será encontrar un hincha de Rosario Central, no nacido en Rosario y sin padres rosarinos, en Ushuaia.

Mientras con algún candor excesivo que engrosa la mayoría, junto con otros, porque tienen intereses creados, pero se ha logrado instalar la falsedad en torno a que la Hi Tech, particularmente la proveniente de la microelectrónica, es el futuro por excelencia y a secas. No. Si hay algo maravilloso en estos instrumentos es cómo permite rescatar al pasado, a la historia, de manera que en otros tiempos, hace apenas unos años, hubiera sido una tarea agotadora, tediosa, antieconómica y por lo tanto considerada inútil. El fútbol por cable ha resucitado (si es que alguna vez murió) a la Gran Aduana que es Buenos Aires y la falsedad de la ilusión federalista, muy anterior a la virtualidad microelectrónica, que se concreta en un unitarismo que es más un cuello de botella y lejos de tender a una cultura nacional más o menos homogénea, galvaniza de una manera curiosa, retorcida, la hipótesis de un socialista acerca de los cuatro países de principios del siglo XX, como ha dejado señalado el positivista José Ingenieros en la única versión socialista de los albores de la historia argentina.

Otra prueba al canto: la tevé por cable ha expandido como un lanzallamas la exhibición puntillosa de la violencia explícita y directa que el ritualismo futbolero ya no puede contener ni expresar más dentro de los límites de cal de un campo de juego. Un panorama poco auspicioso, más bien, máxime cuando está en discusión que una de las cualidades del violentismo es el contagio, un señalamiento hecho en un TXT ya clásico publicado por la Revista de Ciencias Sociales de la UNESCO en 1978 y perteneciente al francés Jean-Marie Domenach.

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